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Actualizado: 28 de junio de 2025


Después de estos momentos de exaltación, el doctor caía desmayado en el muro de la torre, murmurando: ¡Pan!... ¡Oh! ¡Nada más que un pedazo de pan! Los hijos de Materne, agazapados en la maleza, con la carabina al hombro, parecían esperar el paso de una caza que no llegaba. La idea de un acecho sin fin sostenía sus expirantes fuerzas.

Desde las primeras palabras de los actores, la joven comprendió que no podría interesarse en lo que pasaba en la escena. Su atención no se sostenía, a pesar del interés de la pieza, la calidad de los actores y la amenidad de una sala tan selecta. Todo lo que allí había, gente, ruido, luces, desaparecía ante su preocupación.

Marcial cayó herido, si bien en los primeros instantes apenas sintió dolor y abatimiento, porque su vigoroso espíritu le sostenía. No tardó, sin embargo, en bajar al sollado, diciendo que se sentía muy mal. Mi amo envió al cirujano para que le asistiese, y éste se limitó a decir que la herida no habría tenido importancia alguna en un joven de veinticuatro años: Medio-hombre tenía más de sesenta.

Elenita sostenía que su tío no sudaba agua como los demás, sino café con leche; y como todos los ojos se volvían, sonrientes, a mirarle, el buen señor no podía ocultar su despecho. Cada cual comenzó a hablar con los que tenía al lado. Isabel y Villa empeñaron una conversación animada. La de Enríquez y su novio, lo mismo.

Amparito Ciudad sostenía que la guirnalda era demasiado grande y que no dejaba ver bien el hermoso cabello de su amiga, mientras las demás creían que no había necesidad de aligerarla. Después de vivo altercado se convino en adoptar un término medio, quitando algunas florecitas a la guirnalda, aunque pocas. Se oían frecuentes exclamaciones de las que no tomaban parte en el tocado.

El periódico del conde de Ríos sostenía frecuentes polémicas con otro diario conservador titulado La Monarquía. Estas polémicas, un tanto ásperas, no habían rebasado hasta entonces los lindes de una cortesía más o menos ambigua.

Teobaldo le sostenía en sus brazos, y yo permanecía arrodillada junto a él, casi desvanecida. »Toda la servidumbre rodeó al Conde, prodigándole los socorros que aun ellos mismos creían inútiles, dada la gravedad de su herida. » dijo Teobaldo: ejecuten las órdenes del señor; pero agregó en seguida, déjennos solos con él.

Esta niña gastaba aún los cabellos trenzados, con un lacito en la punta de la trenza, lo mismo que la última de las de Alcudia, con quien sostenía tímida e intermitente conversación. El traje una matinée azul, demasiadamente corta para sus años. Los señores de Calderón solo tenían esta hija y un niño de dos años.

No de otra suerte el P. Enrique sostenía maravillosamente su papel, mientras que estaba en presencia de doña Luz o en presencia de otra persona cualquiera. Pero en el retiro de su cuarto, como si se aflojasen los resortes que tenían sus nervios en perpetua tensión, solía caer desfallecido.

Notó al incorporarse que le flaqueaban las piernas y que su mano torpe sostenía mal la copa que maquinalmente había empuñado; lo cual no era de extrañar tampoco, porque, con el calor de la sala, sentía la cabeza atolondrada y el pecho muy oprimido.

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