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Era de observarse en aquel momento la cara de mi viejo camarada; la cómica solemnidad que se esforzaba por mantener le daba un aire mefistofélico. Mi tío lo miraba sin comprenderlo, pero era bastante suspicaz para explicarse que don Benito no estaba tan desolado como lo exigían las circunstancias. Yo estaba esperando la palabra burlona del viejo solterón y no se hizo esperar.

Como un censo redimible sólo por la muerte, se habían impuesto los dueños de la tienda la obligación de mantener y dar albergue a don Eugenio, el cual, siguiendo sus costumbres independientes de solterón áspero y malhumorado, entraba y salía sin decir una palabra; comía lo que le daban; en los días que hacía buen tiempo paseaba por la Alameda con un par de curas tan viejos como él, y cuando llovía o el viento era fuerte, no salía de la plaza del Mercado e iba de tienda en tienda con su gorra de seda, su capita azul y su bastón muleta, para echar un párrafo con los veteranos del comercio reposado y a la antigua, cuyas excelencias eran el tema obligado de la conversación.

Es verdad dije no sin malicia, que le he oído a usted en otro tiempo expresar la opinión de que no es prudente dejar a las jóvenes en la ignorancia de las necesidades de la vida y que los padres asumen así una gran responsabilidad cuando llega el momento de elegir su destino. Aquellas eran teorías y frases de solterón dijo moviendo la cabeza.

Y Ulises agradeció sus lágrimas, sus lamentos convulsivos, sus ojos agrandados por una expresión de terror. La madre de Ferragut se preocupaba del porvenir de esta sobrina pobre. Su única salvación era el matrimonio, y la buena señora había fijado sus miras en cierto pariente que andaba más allá de los cuarenta, necesitando el aporte de esta juventud para refrescar su vida de solterón maduro.

No tiene otro vicio; pero un taco espantoso. »El fiscal lleva en este juzgado cuatro años, y es un sujeto digno de estudio. Es aragonés, solterón y joven todavía, pero algo acabado. Detesta la profesión tanto como a la villa, y ni siquiera trata de disimularlo.

Mucha gana tengo de dar un abrazo á la chacha Ramoncica, aunque, dicho sea entre nosotros, yo quería más á la pobre chacha Victoria. ¡Qué noble mujer aquélla! Aseguro á V. que no he hallado igual mujer en el mundo. Si la hubiera hallado, no sería yo solterón. En este punto he sido poco feliz. No he hallado más que mujeres ligeras, casquivanas, frívolas y sin alma.

Cuando yo nací, esta poderosa casa había quedado reducida a dos vástagos, don Deusdedit, el conde, y doña Beatriz, que se había casado con el viejo duque de Somavia, y vivía en Pilares. El conde era solterón, padecía muchos achaques y tenía la cara llena de erupciones amoratadas.

Era hombre que cuando se ponía a toser hacía temblar el edificio donde estaba; excelente persona, librecambista rabioso, anglómano y solterón. Entre las casas de Santa Cruz y Arnaiz no hubo nunca rivalidades; antes bien, se ayudaban cuanto podían.

Conozco la historia auténtica de un excelente Hispano-colombiano, solteron sencillo, que acostumbrado a ver las caras aceitunadas de su parroquia de indígenas, se vino á desaburrirse en Europa. Al llegar nomas á Southampton, el buen descendiente de Colombia, que nunca las había tenido tan gordas, se encontró lelo.

Con las tres hermanas vivía un hermano solterón, Eduardo, y una tía abuela, muy anciana ya; atacada de parálisis, nunca salía de su habitación. Y la casa parecía aun más grande y más silenciosa, cuando Eduardo se iba con alguna de ellas a una estancia lejana, donde solían pasar largas temporadas.