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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Pero había otra consideración que le dolía más, que la tenía llena de sobresalto, y que, agravándose cada día, llegó a ser para la Condesa un tormento continuo. El Marqués caminaba precipitadamente a su total ruina: estaba empeñado hasta los ojos; la usura consumía ya lo mejor de sus rentas.
-No caí -dijo Sancho Panza-, sino que del sobresalto que tomé de ver caer a mi amo, de tal manera me duele a mí el cuerpo que me parece que me han dado mil palos.
Pero el justo cielo, que pocas o ningunas veces deja de mirar y favorecer a las justas intenciones, favoreció las mías, de manera que con mis pocas fuerzas, y con poco trabajo, di con él por un derrumbadero, donde le dejé, ni sé si muerto o si vivo; y luego, con más ligereza que mi sobresalto y cansancio pedían, me entré por estas montañas, sin llevar otro pensamiento ni otro disignio que esconderme en ellas y huir de mi padre y de aquellos que de su parte me andaban buscando.
El tío Frasquito tenía su habitación en el piso cuarto, y al llegar al segundo, notó con sobresalto que alguien le seguía por la escalera... Apretó el paso azorado, y mirando por el rabillo del ojo, descubrió al marqués de Sabadell que subía de dos en dos los escalones, para alcanzarle sin duda. ¡Santo Dios, y qué apuro tan grande!
Cuando se detuvo el carruaje, don Mariano conoció en el rostro del criado que salió a abrir la portezuela que nada halagüeño había acaecido en su ausencia. ¿La señora...? preguntó con sobresalto. La señora se encuentra en cama. ¡Oh, debía suponerlo!... ¡Cómo había de tener fuerzas la pobre para resistir este golpe!
»Pero, a los cuatro días que allí llegué, llegó un hombre en mi busca con una carta, que me dio, que en el sobrescrito conocí ser de Luscinda, porque la letra dél era suya. Abríla, temeroso y con sobresalto, creyendo que cosa grande debía de ser la que la había movido a escribirme estando ausente, pues presente pocas veces lo hacía.
Al amanecer se fueron todos custodiados por la tropa y con mucho sigilo. Lázaro, sin que nadie le custodiara, se fué á la calle del Humilladero. Clara, que había tenido noticia del alboroto de aquella noche, estaba en la mayor inquietud. A cada ruido que sonaba en la calle se incorporaba con grande agitación y sobresalto.
A veces, una palabra insignificante que en la calle o en su casa oyera o la vista de cualquier objeto le encendían de súbito en la mente la llama de aquel tema, produciéndole opresiones en el pecho y un sobresalto inexplicable.
A un calabozo, respondió el alguacil. Martin, que se habia recobrado del primer sobresalto, sospechó que la señora que se decia Cnnegunda era una buscona, el señor abate un tunante que habia abusado del candor de Candido, y el alguacil otro tuno de quien no era difícil desprenderse.
Y, sin detenerse un punto, tornó a subir el fraile, todo temeroso y acobardado y sin color en el rostro; y, cuando se vio a caballo, picó tras su compañero, que un buen espacio de allí le estaba aguardando, y esperando en qué paraba aquel sobresalto; y, sin querer aguardar el fin de todo aquel comenzado suceso, siguieron su camino, haciéndose más cruces que si llevaran al diablo a las espaldas.
Palabra del Dia
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