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Me apresuré a contestarle que el señor Fernández me trataba muy bien; que toda la familia me distinguía con su afecto; que el trabajo era ligero y agradable, y que tenía yo un sueldo muy bueno, como nunca pensé alcanzarle, como jamás le soñé.

Vaya si existía. Lo que tiene es que entonces el novio o el marido, a quien yo le consagraba, era soñado, hecho a pedir de boca, relleno de perfecciones. Los chiquillos, que me fingía y me finjo aún, son unos querubines. Por mucho que valga Pepe Güeto, pierde cuidado que no valdrá, ni con cien leguas de distancia, el marido que yo soñé.

25 Yo lo que aquellos profetas dijeron, profetizando mentira en mi nombre, diciendo: Soñé, soñé. 26 ¿Hasta cuándo será esto en el corazón de los profetas que profetizan mentira, y que profetizan el engaño de su corazón? 27 ¿No piensan cómo hacen a mi pueblo olvidarse de mi Nombre con sus sueños que cada uno cuenta a su compañero, tanto que sus padres se olvidaron de mi nombre por Baal?

Volví a leerla, y ahora me pareció la prosa anticuada de un moralista cansado; cada palabra se había vuelto como un carbón apagado. Me acosté y soñé que estaba lejos, más allá de Pekín, en las fronteras de Tartaria, en el kiosco de un convento de Lamas, oyendo máximas prudentes y suaves que brotaban como un aroma fino de , de los labios de un Buda vivo. Transcurrió un mes.

Tan sólo siete tilos que ha olvidado la reja del labrador, adornan aquel pedazo de tierra inculta. A su sombra soñé yo durante mi infancia. Hay entre las rocas un pozo que guarda las aguas pluviales, donde el caminante puede saciar su sed. Sobre el terreno arcilloso de la era, hay en verano abundancia de mieses, donde los gorriones recogen alimento para sus hijuelos.

Cuando ayer me declaraste tu pasión, tuve la debilidad de creer en ella, y soñé, inmediatamente, con un amor fiel y puro, con el amor que ennoblece el espíritu y nos incita a las ideas elevadas y a las acciones generosas... Creí volver a los años de colegiala, cuando el mundo se ofrecía ante mi vista como un hermoso fanal trasparente y diáfano, cuando no acertaba a ver en él más que cosas lindas... todo risueño... todo hermoso... Volvía a entrar en la juventud.

Y dejando caer los pétalos de una flor, que deshojaba, arrojé al mismo tiempo mis miedos, mi pusilanimidad y mis anteriores timideces. Comprendí que ya no era la misma, y me dormí consolada. Esa noche soñé que mi tía, transformada en dragón, luchaba contra Francisco I, que la partía con una gran espada.

Los goces que soñé en mis desvaríos puede decirme otro hombre que son suyos... ¡ tienes hijos ¡ay! y no son mios!... ¡Yo los tengo tambien, y no son tuyos! Niégame el sueño su apacible olvido, y el solo pensamiento de mi mente, el eco solo que mi oido siente, es de tu dulce nombre eco querido.