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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Como hombre enteramente resuelto a gozar todos los placeres de la existencia, no limitaba sus relaciones a un círculo determinado. Tenía amigos y amigas, más particularmente amigas, en todas las clases de la sociedad. Era tertulio del club aristocrático de los Salvajes, del Casino, del Suizo, de la cervecería Inglesa y del café del Siglo.

Cincuenta años hace que escribo para el teatro me dice Sardou, y el éxito aún sigue sonriéndome. Ahí está «La bruja», estrenada ayer... Como para La Fontaine, mi preocupación única es gustar, lo que logro examinando escrupulosamente los gustos de mi siglo.

Es muy de notar que esto que Macaulay, con su criterio protestante ó racionalista, fanatismo, podrá ser llamado así por el brio y la intensidad con que se sintió y se pensó, pero tanto el sentimiento como el pensamiento, analizados, examinados y juzgados hasta por un hombre descreído del siglo XIX, fueron, en el siglo XVI, permitánsenos las palabras, más razonables y más progresistas que cuanto Lulero, Calvino y los otros apóstoles de la reforma pensaron, sintieron y dijeron.

Aquí estamos olvidados y hechos unos salvajes continuó don Roque ; pero esto no es mas que la Patagonia, y hace unos años nada más que empezó en ella la civilización. En cambio, compañero, ¡cómo ha adelantado el resto de nuestro país en menos de medio siglo!... ¡Pucha! ¡Qué cosa bárbara!

Sólo debemos á una feliz casualidad, que al menos hayan escapado dos piezas manuscritas de las más antiguas de los estragos del tiempo, y que hayan sido impresas á fines del siglo pasado.

Los hombres de guerra y de aventuras en todos tiempos, y más aún en el siglo XVI, no han pecado por lo cariñosos y suaves; y en dicha época había dos corrientes de sentimientos y de ideas que endurecían más sus entrañas: el fanatismo religioso de la Edad Media persistente aún, y el renacimiento pagano, que, al traernos las elegancias y los primores, las artes y las letras de la clásica antigüedad, nos trajo también no poco de su corrupción, de sus vicios, de sus pasiones sensuales y de su sed de deleites y bienes de fortuna.

En toda probabilidad, ellos pondrían el epitafio que subsistió hasta el derribo del edificio, á fines del siglo pasado : HIC JACET

En conjunto el gran edificio se asemejaba a un concierto de voces que convidasen a la existencia rápida y fácil de nuestro siglo.

Pero ¿qué importa, si estos mismos dramas, mirados á la luz de los preceptos, y principalmente á la de la sana razón, están plagados de vicios y defectos, que la moral y la política no pueden tolerarLa historia posterior del drama español en el siglo XIX ha de limitarse á mencionar tan sólo los poetas dramáticos que sobresalieron. Enunciemos, sin embargo, previamente algunas ideas generales.

El noble caballero sevillano don Juan Ponce de León, hijo de don Rodrigo, conde de Bailén, fué, como ya he indicado anteriormente, uno de los más decididos y ardientes partidarios que la reforma luterana tuvo en Sevilla en el siglo XVI, y predilecto discípulo del doctor Egidio.

Palabra del Dia

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