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Actualizado: 17 de junio de 2025
Dice un amigo mío, que por sus pecados ha tenido que vérselas con Bailón, que éste es el vivo retrato de la sibila de Cumas, pintada por Miguel Angel, con las demás señoras sibilas y los Profetas en el maravilloso techo de la Capilla Sixtina. Parece, en efecto, una vieja de raza titánica que lleva en su ceño todas las iras celestiales.
Tal es la poesía; y el poeta, su inspirado intérprete, y cuando de pié sobre la trípode del genio fatídico repite las palabras misteriosas que susurran en su alma, se asemeja á la síbila de la antigüedad, que solo entonaba el canto profético en medio de dolorosas convulsiones.
¡Vaya si lo tienen, vaya si lo tienen, carambita!» dijo la sibila con expresión de suficiencia, moviendo la cabeza y entornando los ojos.
Así dijo, en el tono austero y profético de una sibila. Y sin más, permitiendo apenas que por toda despedida el joven besara respetuosamente su mano de abadesa, cubriéndola de lágrimas, se retiró del mundo. Pablo, Pablito, como ella cariñosamente le llamara, quedó solo.
La 1.ª reina que se coronó en Aragon fué Doña Constanza hija de Manfredo Rey de Sicilia y muger del Rey D. Pedro 3.º el de los franceses, el mismo dia que este, esto es, el 16 de Noviembre de 1276. Doña Sibila muger de D. Pedro 4.º el Ceremonioso se coronó en 1380.
El portero, que era hombre de mal genio con los humildes, le contestó con muy desagradable talante que no estaba. Lázaro se quedó parado un buen rato, mirando al portero, como si le pareciera inverosímil la declaración de aquella sibila con gabán galonado. Este creyó que no lo había dicho bastante claro, y repitió: ¡No está!
Hallólo, al fin, en Celestino Reguera, famoso acuarelista de la Escuela sevillana, de esos que prefieren lo correcto a lo grandioso y tienen en más un paisaje de Watteau que una sibila de Miguel Ángel.
A bien que el cinco del mismo palo profetizaba después unión feliz. Todo esto, dicho por la sibila en voz baja y cavernosa, lo escuchaba solamente la bella fregatriz Sabel, que con los brazos cruzados tras la espalda, el color arrebatado, se inclinaba sobre el oráculo, que más parecía provocarla a curiosidad que a regocijo.
Sin embargo, ha de tenerse presente que, como esa enumeración del autor se hizo probablemente sin el esmero necesario, han de considerarse también como suyas, porque lo son indudablemente, las seis que siguen: La señora y la criada. Nadie fíe su secreto. Las tres justicias en una. Céfalo y Proclis. La Sibila del Oriente, y Las cadenas del demonio.
Abre esos ojos azules Do la ternura se anida, Oye mis tiernas palabras Y luego duerme, hija mia. ¿Vés de tu madre la húmeda pupila Que fija en tí, cual mágica sibila Parece que interroga el porvenir? Si, le interroga, y pide que el destino Matizando de flores tu camino Embalsame de dichas tu vivir.
Palabra del Dia
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