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Actualizado: 2 de julio de 2025


La sala de sesiones de la cámara de los Comunes es mayor que la de los Lores: ámbas están elegantemente vestidas con el ornamento gótico mas escojido. Frente al Parlamento hay una estatua del célebre Canning.

Orden del día: continúa la discusión del presupuesto de obligaciones eclesiásticas. En el salón de sesiones se marcó un movimiento de fuga; el mismo pánico que desbanda los ejércitos y disuelve las multitudes. Se levantaban los más resueltos para escapar y les seguían en su huida grupos enteros, aclarándose por momentos los escaños. La Cámara estaba llena desde primera hora.

Lo que hace la dicha de los unos constituye la desgracia de los otros... ¡Esa es la vida!... Siéntese usted. Hablaremos del particular mientras usted trabaja, puesto que eso no le molesta. Fabrice se inclinó, instaló el caballete, tomó la paleta y se puso a pintar. Creo que necesitaremos dos sesiones todavía. ¡En fin! dijo la baronesa.

Además, en aquellas temporadas de desgracia; para ayudar a la obra destructora de los suyos, podía permitirse sus preguntitas al gobierno a primera hora de las sesiones, y más de una vez escuchó de la boca sonriente y descolorida del jefe: «Muy bien, Brull; ha estado usted intencionado». Y la felicitación llegaba hasta el distrito, agrandada por el popular asombro.

Recuérdese lo que pasó en 1877 entre nosotros, cuando se debatió la «cuestión Corrientes»: La Tribuna publicó las sesiones al día siguiente, y todos creyeron que era un... milagro.

Gurdilo estaba ya en el salón de sesiones, y no admitía visitas que le distrajesen cuando preparaba mentalmente sus terribles discursos. El catedrático subió á una de las tribunas destinadas al público, viendo abajo, entre las matronas que formaban el Senado, al temible Gurdilo, hacia el que convergían todas las miradas.

Para dar una idea del culto que Esquilache rendía a las letras, nos será suficiente apuntar que, en Lima, estableció una academia o club literario, como hoy decimos, cuyas sesiones tenían lugar los sábados en una de las salas de palacio.

La ambición ardía en los pechos de los exploradores de la raza semítica; apetecíanse y buscábanse con noble emulación los cargos de secretarios de las secciones. ¡Era tan brillante el levantarse en el comienzo de las sesiones a leer el acta de la anterior! Las intrigas tenebrosas menudeaban; las traiciones eran cosa corriente.

Allí existen los archivos de la ciudad y tiene sus sesiones muy modestamente el Senado de la república. La Bolsa no es notable sino por el extravagante contraste de su parte interior, de estilo casi morisco, y la exterior, adornada con estatuas y una fachada de aspecto muy diferente.

Seguía impasible sus inauditas reformas urbanas, escuchando con sonrisa cruel las quejas de sus víctimas, contestando con sarcasmos feroces a los discursos de los oradores del bando contrario. Marcones introdujo a don Mateo en una sala contigua al salón de sesiones. La tribuna destinada al público era demasiado asquerosa para entrar en ella una persona decente.

Palabra del Dia

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