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Actualizado: 2 de julio de 2025


Excuso decirles que menudearon las sesiones confidenciales, y como resultado de ellas, que Clotilde sufrió todos los días la influencia fascinadora de esta chalina sobrenatural; a la postre se declaró vencida, entregándose a ella atada de pies y manos. La chalina se dignó alzarla del suelo y otorgarle la merced de su cariño. ¿Cómo la chalina? preguntó uno que dormitaba.

C'est étonnant! profirió el químico, que apenas podía comprender una palabra de aquel lenguaje. En otro tiempo se le ocurrió a mi tío y a otros señores hacerle alcalde. Crean ustedes que ha dejado memoria perdurable de su paso por el ayuntamiento. Cuando presidía las sesiones se creía en el Ágora.

Señor de Araceli, ¿las ha visto usted? Subamos, que arriba han de estar. Que no están. ¡En buena nos han metido!... El santo Ángel de la Guarda me acompañe. Estas niñas me harán condenar, señor de Araceli... ¿Se habrán metido abajo en el salón de sesiones? Yo no he traído papeleta para las tribunas reservadas; pero subamos a la pública y desde allí veremos si están.

En la Fontana es preciso demarcar dos recintos, dos hemisferios: el correspondiente al café, y el correspondiente á la política. En el primer recinto había unas cuantas mesas destinadas al servicio. Más al fondo, y formando un ángulo, estaba el local en que se celebraban las sesiones.

Podía ver y oír de cerca a aquellos hombres extraordinarios que sabían pronunciar discursos como los que él había leído tantas veces en las reseñas de las sesiones; discursos llenos de substancia y elocuencia; discursos que le revelaban oradores de majestuosa apostura y de irresistible autoridad, hasta en el menor de sus ademanes.

Me refiero a las elecciones. Cuando entramos en el salón de sesiones y vemos al lado del presidente a un joven decentemente vestido que en ciertas ocasiones lee con voz trémula y conmovida el resumen de los gastos y los ingresos, apenas fijamos nuestra atención en él. ¡Y no obstante, ese joven es el Secretario! ¡El Secretario! ¡Cuán poco nos figuramos lo que significa esta palabra!

Después echaron un golpe de órgano y canto llano y se acabó. Gabriel, a ver si podemos entrar en el salón de sesiones.

Actuaba dentro de la villa una junta carlista, que celebraba sus sesiones con cierto misterio y sostenía relaciones estrechas con la junta central, a la que obedecía, y frecuente correspondencia con el ejército del Pretendiente.

A veces sentía D. Evaristo gran regocijo oyéndola, a veces verdadero terror; pero de todas estas sesiones salía al fin con impresiones de tristeza, y pensaba así: «Si hubiera caído antes en mis manos, si yo la hubiera cogido antes, todas esas ignominias se habrían evitado... ¡Qué lástima, compañero, qué lástima!... Y lo más raro es que después de tanto manosear hayan quedado intactas ciertas prendas, como la sinceridad, que al fin es algo y la constancia en el amor a uno solo...».

Las sesiones nocturnas en el fumadero, amoríos, golpes, el desafío de Río Janeiro, que por poco me cuesta un pie, millones en oro acuñado debajo de nuestras plantas, un cadáver de iluso echado al mar, quince noches pasadas junto a otro cadáver que también representa millones... ¡qué novela! ¡Y yo que he pasado en Madrid meses y meses de casa al café, del café a la redacción y de la redacción a otros sitios... sin que me ocurriese nada extraordinario!... El único remordimiento que siento después de tantos sucesos es el de mis insolencias involuntarias con la pobre doña Matutina y los sustos que he dado a su guardián. ¡Que ella me perdone! ¡Lástima no habernos conocido un poco antes, para que me hubiese dedicado un pequeño recuerdo en su testamento!...

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