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Actualizado: 8 de junio de 2025


Fernando era para ella ese ideal abstracto que se forja toda mujer al sentirse enamorada por primera vez: el hombre modelo, conjunto de gracia y de fuerza, de sentimentalismo y energía, capaz de enternecerse ante una flor y de pelear como una fiera; ese personaje, en fin, mezcla de tenor amoroso y de paladín membrudo, creado por las novelas, que nunca se ve en la realidad y que turba los sueños de las vírgenes.

Adquirían un sentimentalismo conmovedor, una unción religiosa en el silencio del campo, como si aquella poesía ingenua y gallarda, cansada de rodar sobre las mesas, manchadas de vino y de sangre, se rejuveneciera al tenderse soñolienta en los surcos de la tierra bajo los pabellones de pámpanos. La voz de María de la Luz era famosa en la ciudad.

En ellos y en los lances y sucesos en que figuran, creo yo notar un afectado y exótico sentimentalismo que no se estila entre nosotros: que es menos andaluz que tudesco. En cambio, en la novela del Sr. Muñoz Pabón todo es andaluz de veras y sin nada híbrido: el fondo y la forma, las pasiones y el lenguaje que las expresa. Como el Sr.

Al salir el capitán tropezó con un marinero que entraba, y estuvo a punto de caer al suelo. El holandés no sólo no se incomodó, sino que dió excusas al marinero, que, a su vez, pidió mil perdones por su torpeza. Yo me avergoncé de mis instintos fieros. La bruma melancólica iba avanzando en mi alma, dando a mis ideas un tono de sentimentalismo verdaderamente ridículo.

En realidad, durante sus partidas de campo con mujeres, el español se preocupaba más de los preparativos culinarios que de satisfacer el sentimentalismo más ó menos frágil de la compañera que le había deparado la casualidad. Torrebianca había llegado á ver á través de esta alegría ruidosa y materialista cierto romanticismo que Robledo pretendía ocultar como algo vergonzoso.

Más inmoral es que los vicios tengan buenos edificios y las letras ninguno... Seamos prácticos, señores, y no nos dejemos llevar de sentimentalismos. En política no hay cosa peor como el sentimentalismo. Mientras por respetos humanos prohibimos el cultivo del opio en nuestras colonias, toleramos que en ellas se fume, resulta que no combatimos el vicio pero nos empobrecemos...

Yo simbolizaría esta especie de sentimentalismo sin piedad que constituye su espíritu en una de sus últimas invenciones de guerra: los gases lacrimantes. Terminada la guerra no hemos resuelto nada. Nos esperan catástrofes, revoluciones, guerras, asolamientos y fieros males. ¿Lo ve usted? me dice un germanófilo . Si los alemanes hubiesen ganado, no ocurriría nada de esto.

Aquel imprevisto sentimentalismo que se le había metido en las entrañas y se las abrasaba, le parecía tan ridículo que, a par que le afectaba dolorosamente, le hacía reír cuando estaba a solas, con risa descompuesta y que solía terminar en algo a modo de ataque de nervios.

Me encantan, sobre todo, la sencillez, la sobriedad en hiperbólicas manifestaciones de sentimentalismo, la naturalidad, en suma, con que el señor vicario ejerce las más penosas obras de caridad. No hay desgracia que no remedie, ni infortunio que no consuele, ni humillación que no procure restaurar, ni pobreza a que no acuda solícito con un socorro.

El pasajero que hoy cruza el Canal de Suez, bostezando ante el monótono paisaje de arenas y palos de telégrafo, no piensa nunca y hace bien, porque no hay motivo para agitarse la sangre en un sentimentalismo retrospectivo en los cadáveres que quedaron tendidos a lo largo de esos áridos malecones. Eran fellahs, esclavos sin voz ni derecho, y nadie habló de ellos.

Palabra del Dia

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