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Actualizado: 27 de junio de 2025
CAP. XV. En que trata de cómo Inca Yupanqui señaló el año y los meses y los puso nombre, y de las grandes idolatrías que constituyó en las fiestas que ansí ordenó que se hiciesen en los tales meses; é de cómo hizo relojes de sol por los cuales viesen los de la ciudad del Cuzco cuando era tiempo de sembrar sus sementeras. 101
Algunas veces el indio no tiene necesidad de pescarlo; como se produce abundantemente en las sementeras de arroz, donde hay una capa fangosa en vez de agua, en la que el pescado circula con dificultad, mata á palos los que necesita para sus comidas. Su carne, aunque insípida, es blanca y constituye un manjar agradable y sano.
El nido lo fabrican en cavernas ú otros sitios libres del paso del hombre; pero el indio, aguijoneado por el interés, lo busca en los sitios donde ya supone que existen, descolgándose á veces de grandes alturas en los acantilados de las costas, suspendidos de delgadas cuerdas de bejuco. La codorniz, aunque algo más pequeña que la de España, abunda en los sitios donde hay sementeras de arroz.
En sus expansiones, buscan por lo regular las casas de sementeras; en los pueblos se ahogan, y no se encuentran á sus anchas. A la vuelta de estas fiestas, las dalagas se adornan de flores que con gran algazara cogen, combinan y deshojan por el camino.
Se ha supuesto segun las primeras noticias, que el terreno de dicho puerto no es propio para sementeras; pero esto era preciso que la experiencia lo demostrase, haciendo repetidas pruebas en diferentes situaciones.
Donde quiera caseríos ó pequeñas localidades, casas de campo, cortijos y sementeras muy diversas; el Escalda y el Lys, que tienen su confluencia de un lado de la ciudad, surcan perezosamente las llanuras, difundiendo en todas partes, con sus aguas hábilmente aprovechadas, la vida y la riqueza, ora alimentando los canales de irrigacion y los de activa navegacion, ora facilitando los trabajos de innumerables fábricas, manufacturas, ingenios y molinos.
También advertimos gran abandono en los primeros campos de pan que se ofrecieron a nuestra vista, y en algunos sitios las mujeres se ocupaban en segar a toda prisa los trigos todavía lejos de sazón. Cerca de Guarromán vimos grandes sementeras quemadas, señal de que había comenzado allí su oficio la horrible tea del invasor.
La tayabense á caballo, es sumamente locuaz y decidora, desconoce el peligro, se impacienta á menudo y pocas veces lleva al paso su cabalgadura. Aquellas dalagas supimos se dirigían á una de las vecinas sementeras á pasar un día de campo.
Recogiendo la mirada en un círculo menor, se ve por todos lados la opulenta llanura, primorosa por su cultivo, esmerado, sus numerosas poblaciones, sus graciosos cortijos, sus enjambres de pequeños rebaños, de casas campestres, de huertos y jardines, y sus laberintos de arboledas ya en grupos mas ó menos extensos, ya en hileras ó en calles resplandecientes de verdura, donde alternan los naranjales con los viñas, los interminables olivares con las sementeras de hortalizas, cereales, etc.
Nuestra subsistencia y abasto de carnes, servicio de bueyes, caballos y mulas, y en fin nuestras labranzas y sementeras, son ramos que en su mayor parte están pendientes de la arbitrariedad de aquellos enemigos, y nuestra defensa á sus devastadoras y continuas incursiones, se hace tan urgente como necesaria, y pone á aquellos enemigos en un respeto imponente.
Palabra del Dia
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