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Actualizado: 1 de julio de 2025
Todos los segundones de ese globo que se presentan aquí, tienen necesidad de nosotros. Nuestro amigo el cocotero, ese gigante que inaugura la vida terrestre encima de nuestra isla, sólo prospera merced al polvo que le prestamos. En el fondo, la vida vegetal es un legado, un don, una limosna de nuestras liberalidades. Rica por nosotros, alimentará la creación superior.
Vuelvo aquí para despojaros, como a ladrones, de los bienes que disfrutáis por mí! ¡Dios me alarga la vida para que pueda arrancarlos de vuestras manos infames y repartirlos entre mis verdaderos hijos! ¡Salid de esta casa, hijos de Satanás! A las palabras del viejo linajudo, los cuatro segundones responden con una carcajada, y la hueste que le sigue calla suspensa y religiosa.
Los segundones de la casa de Febrer, al mismo tiempo que recibían el agua del bautismo, llevaban cosida a sus pañales la cruz blanca de ocho puntas, símbolo de las ocho bienaventuranzas, y al ser hombres capitaneaban galeras de la Orden belicosa y acababan sus días como ricos comendadores de Malta, contando sus proezas a los hijos de sus sobrinas y haciéndose cuidar achaques y heridas por esclavas infieles que vivían con ellos, a pesar del voto de castidad.
En tal caso, los primogénitos perecen; y sólo muy abajo, entre los obscuros segundones de alguna clase pariente, surge la nueva serie que ascenderá más arriba. El hombre fué, no su hijo, sino su hermano, un hermano cruelmente enemigo suyo. Helo aquí, el fuerte entre los fuertes, el ingenioso, el activo, el cruel rey del mundo.
Al llegar de su provincia, trayendo por todo patrimonio algo semejante a lo que el antiguo fuero de Vizcaya asignaba a los segundones de casas nobles, un árbol, una teja y una armadura, encontróse de repente en medio de aquel brillante mundo, cuyas puertas le franqueaba su ilustre nombre, y parecióle entonces, como a Galo en Roma, que detrás de aquella asamblea de dioses nada había ya.
Entonces Gaspar Vela Núñez o Gonzalo de Ahumada, llegados recientemente del Perú, referían cosas de América: alimañas y frutos fabulosos, segundones miserables enriquecidos de súbito por algún tesoro enterrado, huacas repletas de joyas, victorias enormes en que la sangre enjabonaba los dedos y era preciso encordelar la espada y la pica para que no se escurriesen.
Moría don Príamo, o más bien, reventaba con los diabólicos brebajes, dejando como resumen de sus despreocupaciones un testamento cuya copia había leído Jaime. El guerrero de la Iglesia legaba el cuerpo de sus bienes, así como sus armas y trofeos, a los hijos de su hermano mayor, lo mismo que habían hecho siempre todos los segundones de la casa.
El Mozo chalan adelanta hacia los segundones blandiendo la luenga pica con que acucia y guía su vacada por llanos y veredas. Los otros chalanes, en bandería, se ponen a su lado, y la tropa de villanos cerca a los segundones. ¡Para mí, tres! ¡Allá va uno con quien será bastante! ¡No cejes, Gonzalo! ¡Miren estos dientes!.... ¡Rapaz, que me matan!... ¡Acude aquí!.... ¡Para mí, tres!
Los cuatro segundones aparecen sobre el fondo oscuro de una puerta, cuando la cocina es invadida por la hueste clamorosa que sigue al Caballero. ¡Soy un muerto que deja la sepultura para maldeciros! DON FARRUQUI
Palabra del Dia
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