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Actualizado: 24 de junio de 2025
Todo, empero, fué en vano, porque aprobando todos unánimes la determinación del capitán, le fué preciso al Mapono seguirlos, aunque se deshacía de rabia. Habiendo, pues, llegado á aquella Ranchería, preguntaron que qué Padre había venido allí, porque por mandato de su Dios, de quien era enemigo, venían á matarlo.
No obstante, el expresado Aldao me mandó pedir 50 hombres de fusil para seguirlos, lo que no tuve por conveniente por la imposibilidad de alcanzarlos, y el temor de acabar de fatigar nuestros caballos y acaso perder la accion.
Bajó la última y aun tenía su mano en la mía cuando ya el señor D'Orsel y Julia subían la escalera del hotel. Dio un paso para seguirlos y dejó caer el ramillete. Fingí no advertirlo. Mi ramo, ¿hace usted el favor? Se lo tendí sin decir ni una palabra: hubiera sollozado. Lo tomó, lo llevó rápidamente a sus labios, lo mordió con furor como si quisiera despedazarlo.
El odio, la repugnancia, la indignación por la dicha ajena, hicieron detenerse al príncipe. ¿Para qué seguirlos?... Podían volver la cabeza y verle. Se avergonzó al pensar en un encuentro. ¡Miserables!... Debía existir alguien en lo alto que castigase estas cosas. Y se alejó de ellos, caminando hacia el otro extremo del paseo para bajar al puerto de La Condamine.
Alvaro Luna, la Conchilla, Nati, Pepe Castro y Ramón les prometieron seguirlos inmediatamente y acompañar a la hermosa agresora en su odisea. Pero ya a la puerta de Fornos hubo deserciones. Alvaro declaró que le dolía un poco el brazo y que iba a curárselo. Conchilla, como es natural, le acompañó. La Nati, con Castro y Ramón, siguieron a pie hasta el Gobierno.
Y como aquellas gentes que, medio dormidas aún, creen salir de un sueño penoso haciendo algún movimiento violento, exclamó: ¡Que el infierno se lleve a Melia, a sus estúpidos consejos y a mí mismo por haber sido tan tonto en seguirlos! ¿He de dejarme intimidar por esas mojigangas, buenas para asustar a las mujeres y a los niños? ¡No, voto a tal! no se dirá que Kernok... ¡Ea! prometida del demonio, habla pronto; tengo que marcharme. ¿Me oyes?
Y remató su canto con un escobilleo que arrancó voces de admiración: los pies se movían con tal presteza, mientras el tronco permanecía recto, que era imposible seguirlos con la vista. La muchacha volvió a su asiento, y el mocetón quedó gozando de su triunfo, orgulloso y satisfecho.
¡Oh, musa! canta; ¡la cabalgada de Federico Bullen! ¡Oh, musas, venid en mi ayuda para cantar los caballerescos varones, la sagrada empresa, las hazañas, la batida de los patanes malandrines, la terrible cabalgada y temerosos peligros de la flor de Bar Sansón! ¡Ah, musa mía! ¡Desdeñosa estás!... Nada quiere con este animal coceador y con su andrajoso jinete, y fuerza me es seguirlos en simple prosa.
Así que el hombre ha de gobernarse por la razon, y esta es la que en las Ciencias humanas ha de obligarle al asenso. Y es bien cierto, que los referidos Autores no siguieron en muchas cosas á los pasados, y el mismo derecho tenemos nosotros, y la misma libertad para seguirlos, ó para no creerlos.
Los términos franceses que matizaban este coloquio se despegaban del tejido de nuestra lengua; pero aunque sea clavándolos con alfileres, los he de sujetar para que el exótico idioma de los trapos no pierda su genialidad castiza. No sé cómo se han de unir atrás los faldones de la casaca de guardia francesa. Seguirlos servilmente lleva a lo afectado y estrepitoso.
Palabra del Dia
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