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Actualizado: 10 de junio de 2025
"Es de deplorar continuó el militar reforzando su elocuencia con un poco de mímica, es de deplorar que los primeros derechos concedidos por la libertad sean mal empleados por algunos hombres. El hábito de la libertad es uno de los más difíciles de adquirir y tenemos que sufrir los desaciertos de los que por su natural rudeza tardan más en adquirir este hábito. Pero no desconfiemos por eso, amigo.
¿Dónde ha de está, mujé? repuso el cuñado con rudeza . En la plasa cumpliendo con su obligasión... Es una locura haber venío; un disparate. ¡Este carácter tan flojo que tengo! Carmen siguió mirando en torno de ella, pero con cierta indecisión, como arrepentida de haber llegado hasta allí. ¿Qué iba a hacer?...
Cuando nuestra conversación se había hecho más confidencial, díjele que tendría gusto en saber, si no había inconveniente en decírmelo, cómo había venido a México, y por qué él, español y que parecía educado esmeradamente, se había resignado a vivir en medio de aquellas soledades, trabajando con tal rudeza y no teniendo por premio sino una situación que rayaba en miseria.
Hasta la rudeza campesina de algunos accidentes presta a la representación de que hablo candoroso hechizo. Acaso había accidentes o episodios en dicha representación en que lo sagrado y lo profano, lo serio y lo chistoso y lo trágico y lo cómico desentonaban algo.
Yo entonces le amaría por sí mismo, por su espíritu, por su fuerza de carácter, por su alma entusiasta escondida bajo apariencias de frialdad y aun de rudeza...
Su tocado revela algunos restos de antigua grandeza y cierta rudeza de carácter. Suspendidos de un clavo están en una de las paredes los arreos militares: el casco, las placas doradas, el sable, las pistolas de reglamento, como indicando que aquel hombre hizo uso de ellas en algún tiempo, y que ahora está retirado del servicio. El lector habrá comprendido que este hombre es mi padre.
De consiguiente, después de sostener consigo mismo una lucha más fuerte que las que ya había sostenido, se cubrió el rostro con el capote y apresuró el paso sin darse por entendido que la había visto, dejando á la pobre muchacha que interpretase su rudeza como quisiera.
El sarcasmo y la rudeza de las palabras del antiguo marino, involuntariamente me hicieron recordar al célebre personaje de la Agonía, drama en que Larra dice por boca de un viejo contramaestre de los que acompañaron á Colón, «que las tormentas en tierra, son truenos que apenas se oyen y gotas de agua que ensucian». El capitán del Batea era un retrato del viejo lobo de la Niña.
Ella, acostumbrada á vivir entre los grandes dolores, á presenciar catástrofes, tenía en poco las conveniencias que rigen la vida ordinaria, y habló inmediatamente, con cierta rudeza militar, del motivo de su visita. Venía de parte de la duquesa de Delille. Había pasado los dos últimos días en Villa-Rosa, durmiendo allí para no abandonar un solo momento á Alicia.
Maltrana atravesó el puente de Segovia, entrando después en la carretera de Extremadura. Vestía de luto. El macferlán, la odiada librea de la miseria, ya no pendía de sus hombros. La Suerte le trataba con menos rudeza al verle solo. Trabajaba, le admitían artículos en algunas revistas, le encargaban traducciones, vivía en una casa de huéspedes y ahorraba para pagar a la nodriza de su hijo.
Palabra del Dia
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