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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Fué tal vez la voz de los buenos consejos, que hablaba en su cerebro en los instantes críticos y ahora había perdido su cordura... Vió instantáneamente el mar, un buque que estallaba y su hijo hecho pedazos. ¡Ah... tal! Levantó el brazo robusto, con el puño cerrado como una maza. La voz de la prudencia seguía dándole órdenes: «¡Duro!... Nada de miramientos.
Adorar, idolatrar y otros cumplían mejor su oficio de dar a conocer la pasión exaltada de un joven enclenque de cuerpo y robusto de espíritu. Cuando el enamorado se iba a su casa, llevaba en sí la impresión de Fortunata transfigurada.
Pero la inutilidad del sacrificio surgía en su pensamiento. ¿De qué podía servir?... Parecía robusto, se mantenía fuerte para su edad, pero estaba más allá de los sesenta años, y sólo los jóvenes pueden ser buenos soldados. Batirse lo hace cualquiera. El tenía ánimos sobrados para tomar un fusil. Pero el combate no es mas que un accidente de la lucha.
Y, en fin, ¿acaso no tiene razón? ¿Acaso, sin mí, Olga no estaría todavía viva? Si lo que pasó la noche anterior no hubiera... Se detuvo estremeciéndose y se ocultó el rostro entre las manos. Un sollozo sin lágrimas sacudió todo su robusto cuerpo.
Tambien el arte musulman tiene que espirar sofocado por el arte cristiano, como muere, cuando el grano de mostaza se convierte en árbol robusto, la débil planta que al brotar le daba sombra.
Y al decir esto corrió hacia una de las hayas que bordeaban el camino y prosiguió, rodeando casi con uno de sus brazos el robusto y argentado tronco: Un árbol sano y hermoso es para mí como una persona, como un hermano y hasta a veces me entran ganas de besarle...
La gran obra continuó de la casona de Tablanca, desde tiempo inmemorial, ha sido la unificación de miras y de voluntades de todos para el bien común. La casa y el pueblo han llegado a formar un solo cuerpo, sano, robusto y vigoroso, cuya cabeza es el señor de aquélla. Todos son para él, y él es para todos, como la cosa más natural y necesaria.
Un hombre corpulento, de unos cincuenta y cinco años, robusto y rosado, lleno de salud y de vida, con una fisonomía admirablemente honrada, una risa franca y llena de benevolencia, una mirada cordial, y una conversacion en que se confundia la sencillez del lenguaje con el aticísmo del estilo y la solidez de las observaciones.
¿Qué hay? repitió el Magistral, sonriendo por máquina al notario. Peláez señaló a su compañero, que era un buen mozo, moreno, de cejas muy pobladas, ceño adusto, ojos de color de avellana que echaban fuego, boca grande, orejas puntiagudas, cuello muy robusto y abultada nuez.
Robusto y regordete, parecía que rebotaba sobre la tierra, que hollaba con paso vivo y se hubiera pensado que le decía: ¡Eres buena y te amo! Estaba contento de la vida, de sí mismo, de todo el mundo. Su benévola cara, rosada y fresca, rodeada de cabellos blancos, recordábame esas rosas tardías que florecen aún bajo las primeras nieves.
Palabra del Dia
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