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Actualizado: 12 de junio de 2025


Poco a poco, a impulsos del hacha y de la sierra, fueron desapareciendo los copudos y grandes castaños de hojas anchas y frescas con sus torsos retorcidos de piel rugosa, los gigantescos robles que habían renovado sus hojas picadas más de trescientas veces, los nogales que parecen enormes plantas de albahaca, los jugosos pomares, cuyas ramas se doblan hasta dejar delicadamente el fruto en el suelo, y otros árboles de arraigo y respetabilidad en el país.

Muchas veces, en mi camarote, navegando por el Atlántico o por el mar de las Indias, al pensar en Lúzaro sentía el recuerdo intenso de un monte, de una peña, de un hayal. Veía con la imaginación levantarse Lúzaro sobre el mar, con el río que penetra por su flanco, y veía los montes a un lado y a otro llenos de maizales y de robles.

Llamábase don Guadalupe Robles, y su aspecto insolente demostraba bien a las claras que había sido antaño guerrillero audaz y duro cacique. Mucho temí que la Hacienda tuviera pocos atractivos para mi mujer, pero Inés, acostumbrada a las austeridades de su torre castellana, encontró San Isidro Labrador muy de su agrado, y propuso ella misma que fijáramos allí nuestra residencia.

D. Prisco al cabo sacudió el brazo á su amigo y le dijo: Vamos. El capitán le siguió obediente. D. Prisco se apartó de aquellos sitios y se internó cuesta arriba en las frondosas arboledas de castaños y robles. Por trochas escondidas caminaron en silencio uno en pos de otro. Al fin llegaron á un delicioso paraje donde manaba una fuente oculta entre espinos y avellanos rodeada de menudos céspedes.

No insistí más que en las escaramuzas. En una de ellas, mientras esperábamos un convoy enemigo ocultos en un bosque de robles, sentí cierto campanilleo extraño y temeroso. Eran las espuelas de los soldados de caballería, que chocaban, por el temblor de las piernas, con las vainas de los sables. ¿Cómo por el temblor? Yo pensé que los valientes voluntarios del rey no temblaban jamás. ¡Oh!

Agora q. son las vj de la tarde, 30 deste, me dan la carta de v. md. sobre lo que el Sr. de Villaroel le encomendó que me escriviese cerca de aquel don diego de Robles, y Veray, y Aragon, y a la misma hora me pongo a responder. Y aunque V. m. ha dicho todo lo que yo se, por lo que se deue a la obediencia digo.

Palabra del Dia

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