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La maternidad dolorosa santificaba a la mujer, le permitía acercarse a ella sin miedo y sin repugnancia, tratándola con una llaneza maternal. Debe usted sufrir mucho. Algunas noches la oigo revolverse en la cama... Tenga usted paciencia; es el castigo que nos impuso Dios por la rebeldía de la primera mujer. Todos hemos de sobrellevar la culpa.

El demonio de la soberbia, no obstante, abatido y aletargado con el golpe de la escapatoria, comenzaba á revolverse y hacerle cosquillas en el alma. El resquemo de la humillación no se suavizaba, antes iba siendo cada días más áspero é insufrible.

Lo mismo fué hincar sus dientes en el gélido amasijo, que revolverse en el café el ruido de un huracán. La inesperada impresión del frío del sorbete produjo en don Silvestre los efectos más estrepitosos.

¡Cuan desgraciado era! ¡Solo contra todos!... Al pequeñín lo encontraría muerto al volver á su barraca; el caballo, que era su vida, inutilizado por aquellos traidores; el mal llegando á él de todas partes, surgiendo de los caminos, de las casas, de los cañares, aprovechando todas las ocasiones para herir á los suyos; y él, inerme, sin poder defenderse de aquel enemigo que se desvanecía apenas intentaba revolverse contra él, cansado de sufrir.

La lucha se fué haciendo cada día más encarnizada. Por otra parte, los acreedores de Osorio, defraudados en sus esperanzas, empezaban a revolverse contra él y amenazaban dejarle arruinado. Es fácil representarse la agitación, la violencia, el malestar que reinarían en el hotel de la calle de Don Ramón de la Cruz.

Rodó el estoque por el suelo, y Gallardo, tomando otro, volvió sobre el toro, acompañado de sus peones. El capote del Nacional estaba pronto a desplegarse junto a él para distraer a la bestia. Además, los berridos del banderillero aturdían a la fiera y la hacían revolverse cuando se aproximaba mucho a Gallardo.

Ana logró, pues, revolverse y escudriñar con sus perspicaces ojos de gato los ámbitos del teatro todo. Dio un expresivo codazo a la Tribuna, que miró hacia donde le señalaba su amiga, y divisó a las de García en un palco platea. Fijose especialmente en Josefina, que estaba elegante y sencilla, con traje de alpaca blanca adornado de terciopelo negro.

Contra Tomás no se atrevió a revolverse por no herir los sentimientos de Rosa, aunque buenas ganas se le pasaron de hacerlo.

Los pies del matador apenas se movían ni salían de un círculo estrechísimo; pero este círculo parecía sagrado e infranqueable; los cuernos del toro pasaban rozando la chaquetilla del anciano torero sin hacerle el más ligero daño. Al fin, la fiera, harta de tanto revolverse y acometer sin fruto, se detuvo jadeante.

Jaime comenzó a revolverse en su asiento. ¡Molestarla así, en su presencia, aquel rústico!... Una carcajada más fuerte e insolente de aquellos jóvenes atrajo de nuevo su atención hacia los versos. El cantor se burlaba de la atlota que para ser señora quería casarse con un pobre arruinado, sin casa y sin familia; un forastero que no tenía tierras que cultivar...