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Actualizado: 26 de mayo de 2025
En estos tiempos modernos, de agitada precipitación y grandes combinaciones, cuando el origen de familia no tiene valor alguno, las fortunas se hacen en un día, y las reputaciones se pierden en una hora, los secretos de los hombres son, algunas veces, muy extraños. Uno de éstos es el que revelo en este libro; uno que será, aseguro anticipadamente, enigmático y sorprendente para el lector.
Mas de pronto, el instinto de la vida despertó, se reveló con ímpetu en su organismo y le sugirió pensamientos de salvación: «¡No, lo que es yo no me ahogo aquí como un ratón por esa!... Voy a dar una patada a la puerta y hacer saltar la cerradura.» Esta idea le confortó un instante y dio tiempo a que penetrase en su mente otro proyecto menos violento, el de llamar la atención de la generala sin ser notado de la doncella: si este proyecto fracasaba, acudiría inmediatamente al recurso extremo.
Lo cierto es, que ni en una queja, ni en un suspiro, ni en una mirada, ni en una palabra, por sutilmente que quisiera interpretarse, reveló jamás el Padre Enrique, ni dejó entrever a los curiosos y ávidos ojos de doña Luz la tempestad oculta en el centro de su alma.
Aquel día se reveló por primera vez su carácter tenaz, soberbio, irritable ante la contradicción, hasta el punto de adoptar las más extremas resoluciones. El recuerdo de los golpes recibidos le enfureció como algo que pedía venganza. «¡Abajo la guerra!» Ya que no le era posible protestar de otro modo, abandonaría su país. La lucha iba á ser larga, desastrosa, según los enemigos del Imperio.
Si don Jacobo lo oyó y si reconoció en el informante a un abogado distinguido, al cual, pocas noches antes, había ganado algunos miles de pesos, no podría decirlo con certeza, pues su impasible rostro no reveló el menor indicio de ello.
Folgueras, que decía estar provisto de todo lo necesario, no tenía nada, y fué preciso encargar a Madrid fundiciones y piezas que faltaban a la prensa, construir galerines, comprar mesas, etc., etc. Al fin todo quedó arreglado. Don Rosendo trabajaba, como un negro, ocupándose hasta en los más ínfimos pormenores. Su talento organizador se reveló en esta ocasión mejor que nunca.
Dizeles, y vošotros quien dezis que šoy? Y rešpondiendo Simon Pedro, dixo, Tu eres el Chrišto, el Hijo del Dios Biviente. Entonces rešpondiendo Iešus, dixole, biëaventurado eres Simon hijo de Ionas: porque no te lo reveló carne ni šangre: mas mi padre que eštá en los cielos.
Un movimiento repentino del conde reveló en éste la sorpresa y la duda que le produjeron las palabras de su interlocutora; pero al ver que alguien se les acercaba, se retiró prudentemente sin hablar más. Desde aquel momento empezó el período de triunfo para Raúl, y el de decadencia para Amaury.
¡Diablo, diablo! exclamé para mí. ¡He venido a parar a casa de un loco! Me enamoro de la hermana San Sulpicio. Dos días después, el señor Paco, yendo conmigo de paseo otra vez, me reveló la mitad de su secreto.
Ninguna, sin embargo, ha derribado y arrojado del santuario de mi alma la venerada imagen, puesta allí sobre todo lo terrenal y caduco, de la mujer que me reveló a mí mismo mi ser propio: que tal vez con la virtud creadora de su amor sembró en mi espíritu el germen de todo lo bueno y de todo lo noble que he podido hacer en mi vida.
Palabra del Dia
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