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Actualizado: 16 de junio de 2025


En las tierras bajas, donde los fieles no tenían montañas que contemplar, construían templos que por sus calles de caprichosas pirámides, enormes pedazos de granito, representaban las veneradas cimas del monte Meru.

Las paredes, de antiguo enjalbegado, estaban adornadas con grabados amarillentos que representaban episodios de la guerra carlista, recuerdos de la campaña montaraz que años antes enorgullecía a Mariano, y de la que ya no hablaba ahora. Allí encontraba Gabriel a todos sus admiradores. Hasta el zapatero trabajaba por las noches para no privarse de esta reunión.

Al verse Inés y Cristeta cruzaron unas cuantas frases llanamente afectuosas, y según hablaban fueron entrando a un cuarto, en cuyas paredes se veía hasta media docena de litografías con color que representaban caballos y carruajes de distintas formas, láminas arrancadas sin duda del catálogo de algún constructor de coches.

En un artículo escrito por Mme. de Genlis, he visto que esta escritora atacaba vivamente las poesías de mi hijo: es esto una guerra hereditaria de familia a familia; Mme. de Genlis y mi madre representaban dos tendencias opuestas en el Palacio de Orleans.

Pudo hacerse esto, ó bien recitando un juglar la parte narrativa mientras otros hacían lo mismo con los diálogos, ó bien recitando uno solo toda la composición, mientras otros representaban con sus gestos lo más interesante.

Gil estaba fuertemente conmovido; el corazón le saltaba dentro del pecho. Sentía impulsos de romper en sollozos: procuraba, no obstante, con esfuerzo reprimirse, y esto le causaba malestar. Aquellas muestras de veneración, aunque representaban una ceremonia usual, le avergonzaban.

Después de haber perdido la tripulación, asesinada por los antropófagos de la costa australiana; después de haber visto destruír los depósitos de olutarias, que representaban para ellos y para el armador de Timor una verdadera fortuna, y de escapar milagrosamente de las manos de aquellos feroces salvajes, se encontraban en inminente peligro de hundirse para siempre en el mar.

Los curiosos pasaban indiferentes ante las primeras mesas de juego, para agolparse en torno de la última, la del «treinta y cuarenta», al pie de un gran cuadro en el que tres buenas mozas desnudas, sobre un fondo de arboleda obscura igual á los jardines de Boboli, representaban Las Gracias florentinas. Allí estaba el fenómeno.

Lo primero que hizo fué llevar á la comedia á Martin y á Candido. Representaban una tragedia nueva, y Candido se encontró al lado de unos quantos hypercríticos, lo qual no le quitó que llorase al ver algunas escenas representadas con la mayor perfeccion.

Las personas que allí viera constantemente, los mozos y el encargado, ciertos parroquianos fijos, se le representaban como unidos estrechamente a él por lazos de familia. Hasta con la jorobadita que vendía en la puerta fósforos y periódicos tenía cierto parentesco espiritual.

Palabra del Dia

vorsado

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