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Actualizado: 13 de junio de 2025


57 Formaron un contingente con los que del baile arriaron, con otros nos mesturaron, que habían agarrao también, las cosas que aquí se ven ni los diablos las pensaron. 58 A el juez me tomó entre ojos en la ultima votación: me le había hecho el remolón y no me arrimé ese día, y él dijo que yo servía a los de la esposición.

Entonces, si el amiguito se hacía el remolón y no se apresuraba a compartir con él la golosina, arrimaba el hocico y, no se la arrancaba violentamente, que esto no cuadraba a su educación ni a su carácter diplomático, pero con sutileza increíble se insinuaba, se insinuaba; principiaba por lamer tímidamente el pastel y concluía por abrir con extrema delicadeza la mano del niño y engullírselo.

Les estoy esperando. ¿Qué miras tan fijamente, viejo? añadió con risa forzada, ¿vas a creer que estoy borracho? Podía habérsele perdonado al viejo la suposición, pues los ojos de Federico estaban húmedos y su cara como un tomate. Hízose un poco el remolón, y volvió a la chimenea. Bostezó, desperezose, abrochó su levita, y dijo riendo: El vino no anda tan abundante como eso, viejo.

Comió poco y no habló nada, porque tampoco le hablaron a él. Por la tardé se vistió con gran esmero, y salió decidido a visitar a la amable señora para confiarla sus cuitas. Y andando, andando, cuanto más andaba más remolón se iba haciendo; porque según oreaba los propósitos con el aire de la calle, menos cuerdos le parecían.

Es cosa sabida; para hacer andar un caballo remolón, no hay como verterse entre pecho y espalda un jarrito de ginebra... Pues ahí donde usted la ve, D. Andrés, la Amalita no tiene nada de arisca. Ya, ya veo que sabe usted buscarle los pliegues. Celesto rió de satisfacción hasta saltársele las lágrimas. ¡Bah! Ya se los han buscado antes que yo otros muchos.

El zaino salió en su estilo habitual, marchando tras de Ricardo, que se había adelantado bastante, en «su» malacara; pero Melchor advirtió que Lorenzo permanecía en la caballeriza, y se detuvo a decirle en voz alta: ¿Continúa el interrogatorio? No... ché... ¿Y qué haces ahí?... ¡Ven! ¡Es que este caballo no anda!.... Castíguelo sin recelo, don Lorenzo le dijo Baldomero, es medio remolón al salir.

Remolón era el buen señor, y transcurrió otro mes sin que entrase por las puertas la ansiada libranza. Áspera y recelosa D.ª Laura, invitó a Isidora a trabajar con espaciosos argumentos. ¿No tenía manos? ¿No sabía coser? ¿No trabajaban como negras aquellas dos señoritas decentes, Emilia y Leonor? Isidora era hábil en la costura y en prepararla, pero no sabía manejar la máquina.

El payés, con ese egoísmo rústico propenso a huir de la desgracia, hacíase el remolón, evitando el cumplimiento de sus obligaciones. Sabía que el mayorazgo ya no era el verdadero amo de Son Febrer, y muchas veces, al llegar a la ciudad con sus presentes, torcía el camino, yendo a depositarlos en las casas de los acreedores, temibles personajes a los que deseaba tener propicios.

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