Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 14 de noviembre de 2025
Aprovechaba la doncella las pocas ocasiones que se le ofrecían para procurarse la confianza de la Regenta. Era solícita, discreta, y fingía humildad, virtud, la más difícil en su concepto. Un paseo a campo traviesa, después de confesar, solas, en una tarde húmeda, daba mucho en qué pensar a Petra. Ella no deseaba otra cosa, pero insistía en su oposición por ver adónde llegaba el capricho del ama.
Mesía había convencido a la Regenta de que don Víctor, en rigor, venía a ser una cosa así... como un padre. Siempre había pensado ella algo por el estilo. Sin embargo, se le debía el honor; y a pesar de tanta intimidad, de aquel amor confesado implícitamente, Ana podía decir que don Álvaro no había puesto sus labios en aquella piel con cuyo contacto soñaba de fijo.
Además, como en materia de confesión los buenos clérigos son muy reservados, Ripamilán, que sabía tratar en serio los asuntos serios, nunca había hablado al Magistral de lo que podía ser la Regenta, juzgada desde el tribunal sagrado. Aquella tarde esperaba De Pas saber algo. Pero Glocester no se marchaba.
Don Custodio el beneficiado era su lugarteniente. Este le había dado aquella tarde la noticia de que la Regenta estaba en la capilla del Magistral esperándole para confesar. Novedad estupenda. A su mujer se la siguió llamando la Regenta. El sucesor de Quintanar era soltero y no hubo conflicto; pasó un año, vino otro regente con señora y aquí fue ella.
Don Fermín miró de soslayo a la Regenta y a don Álvaro que hablaban en la ventana del comedor. Hizo como que no los veía, y con un poco de fuego en las mejillas, se dejó llevar por don Saturnino hasta el salón. Los señores graves le recibieron con las más lisonjeras muestras de respeto y estimación. ¡Oh, señor Magistral! ¡Oh cuánto bueno! Aquí está el Antonelli de Vetusta.
Ya que ella es tan terca, me quedaré yo también. ¡No faltaba más! exclamó la Regenta asustada . ¿No vas otras noches? Don Víctor insistió otro poco en quedarse, en perder aquel drama de dramas.
El Magistral salió de casa de Páez bufando; la sonrisa burlona de Olvido, que se celaba ya, le había puesto furioso.... Y sin pensar lo que hacía, se había ido derecho a la plaza Nueva, se había metido en la Rinconada y había llamado a la puerta de la Regenta.... Por eso estaba allí. ¿Quién iba a explicar semejante motivo de una visita?
Aquel hombre que iba a París y traía aquellos sombreros blancos y citaba a Claudio Bernard y a Pasteur... debía de saber más que él de medicina moderna... porque él, Somoza, no leía libros, ya se sabe, no tenía tiempo. Pero la Regenta mejoraba; volvía la sangre, aunque poco a poco; los músculos se fortalecían y redondeaban... y la frialdad y la reserva no desaparecían.
Había vuelto a pasar, había mirado mejor y con disimulo, y pudo conocer, a pesar de las sombras de la capilla, que una de aquellas damas era la Regenta en persona. Entró en el coro, y se lo dijo a Glocester.
Al bajar de la torre y pasar por el trascoro las había visto, las había conocido, eran la Regenta y Visitación; estaba seguro. ¿Cómo habían venido sin avisar? Don Cayetano debía de saberlo. Cuando una señora de las principales, como era la Regenta, quería hacerse hija de confesión del Magistral, le avisaba en tiempo oportuno, le pedía hora.
Palabra del Dia
Otros Mirando