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Actualizado: 17 de septiembre de 2025
In Apothe. contra Judœos. Oh tú la más mísera ya de las Repúblicas, si antes la más felíz y más noble, reconoce y mira cuán dislocados tus miembros gimen, o yacen en todas las Islas del Mar y Provincias de la tierra.
La fiebre biliosa reconoce ordinariamente por causa una emocion violenta, un acceso de cólera: es debida tambien á una indignacion, á la insolacion, y á veces á un enfriamiento despues de un violento calor, y presenta una fuerte escitacion sanguínea y nerviosa sin remision, pero con vómitos biliosos.
Del referido puerto se pasa al Cabo Fruart, que se reduce á una punta muy escarpada, y la mas al N de todo el Estrecho: y adelantándose cuatro leguas mas se reconoce una grande bahía, en la cual se puede hacer aguada. Produce la costa un herbaje muy parecido á los berros, que puede servir de preservativo contra el escorbuto.
Hemos visto que en la idea de causa entra el producir un tránsito del no ser al ser; á todos los seres activos se les atribuye esta virtud, pero con la diferencia que en tratándose de las causas finitas, solo se les concede una fuerza productiva de modificaciones, así como al ser infinito se le reconoce la fuerza productiva de las substancias.
Ni el ver llorar a su madre... ni el estado de nuestro padre... no ha tenido consideración a nada. No reconoce más ley que su capricho. Le juzga Vd. con demasiada dureza.
Crece en ellos el amor propio con el poder, y como son superiores á los demas en la autoridad, lo quieren ser tambien en el entendimiento, siendo así que este no reconoce otra superioridad que la de la razon.
Delgada, más bien escuálida y mal vestida, parecía pasar bastante de los cincuenta. Sus cabellos mal peinados caían en grises mechones sobre su arrugado cuello; su rostro de cabra vieja, en que lucían dos brillantes ojos, tenían una expresión de maligna desvergüenza. ¿No me reconoce usted? insistió.
Un número muy pequeño me quedé asustado poseían ese raro, absoluto e indudable carácter, en el cual se reconoce toda una creación divina y humana, de poder ser imitada pero no suplida y de hacer falta a las necesidades de las gentes si se la supone ausente.
Debo hacer el gran juego... ¡Yo apuntando ahora con fichas de cien francos y hasta de veinte, como una prestamista retirada!... Por eso la Fortuna no me reconoce y pasa de largo. El príncipe movió la cabeza. Se negaba á ayudarla en sus locuras. ¿No era mejor que guardase esos miles de francos, en vez de perderlos rápidamente, como le ocurriría el día que menos lo esperase?
Esto le quitaría sus ilusiones, pero habría que compadecerla más. Las ilusiones son los crisantemos de la vida. Y después de este pensamiento, muy poético para ser de un notario, cogió un pliego de papel con el timbre del despacho y empezó a escribir tranquilamente: «Señorita: la ley francesa no reconoce en ningún caso...»
Palabra del Dia
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