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Actualizado: 9 de junio de 2025


Cuando llegaba a ellos don Quijote, un labrador alzó la voz diciendo: -Alguno destos dos señores que aquí vienen, que no conocen las partes, dirá lo que se ha de hacer en nuestra apuesta. - diré, por cierto -respondió don Quijote-, con toda rectitud, si es que alcanzo a entenderla.

A lo cual Sancho respondió que, por la ley de caballería que su amo había recebido, no pagaría un solo cornado, aunque le costase la vida; porque no había de perder por él la buena y antigua usanza de los caballeros andantes, ni se habían de quejar dél los escuderos de los tales que estaban por venir al mundo, reprochándole el quebrantamiento de tan justo fuero.

-Nunca fui desdeñado de mi señora -respondió don Quijote. -No, por cierto -dijo Sancho, que allí junto estaba-, porque es mi señora como una borrega mansa: es más blanda que una manteca. ¿Es vuestro escudero éste? -preguntó el del Bosque. - es -respondió don Quijote.

-Hábil pareces -dijo don Quijote. -Y desdichado -respondió Ginés-; porque siempre las desdichas persiguen al buen ingenio. -Persiguen a los bellacos -dijo el comisario.

No podrá hacer nada respondió el anciano con sencillez . Los alemanes saben que nuestras municiones están en el Falkenstein; temen un levantamiento general cuando hayan invadido la Lorena y quieren asegurar su retaguardia. El general enemigo se ha dado cuenta de que no nos puede vencer a viva fuerza y trata de rendirnos por hambre.

¿No? exclamó Francisca. Pronto, Petra, vámonos a esos pueblos felices. No creas que me conformaría con la vida de harén respondió Petra en tono desdeñoso. Es verdad exclamó Francisca; ya he dicho otra tontería. No me extraña dijo dando un suspiro la pobre señora de Dumais que nos había seguido. Esperaba eso de mamá respondió Francisca con filosofía.

No cambio la ayudantía por el apostolado, mi general respondió Arias . Pero la verdad es que si no hubiera tanto discípulo necio, no habría tanto perverso maestro. ¡Bien dicho, sobrino! exclamó el anciano general ; ¡tanto nuevo maestro! y cada cual enseña una cosa y predica una doctrina a cual más nueva y más peregrina. ¡El progreso!, ¡el magnífico y nunca bien ponderado progreso!

Cardenio, como ya sabía la historia del mozo, preguntó a los que llevarle querían que qué les movía a querer llevar contra su voluntad aquel muchacho. -Muévenos -respondió uno de los cuatro- dar la vida a su padre, que por la ausencia deste caballero queda a peligro de perderla.

Pase adelante con su pregunta el señor mayordomo, que yo responderé lo mejor que supiere, ora se entristezca o no se entristezca el pueblo. ¿Es todo esto así, hermano? -preguntó Sancho. -, señor -respondió el hombre-, pero hágale vuestra merced que muestre las cinco caperuzas que me ha hecho. -De buena gana -respondió el sastre.

Yo creía que los franceses no gustaban más que de romances y de contradanzas. ¿Qué queréis, tío? respondió Arias . Los silfos de los jardines de Lutecia se han convertido en gnomos teutónicos de la Selva Negra. No por eso son más amables añadió la marquesa. Rafael, huyendo del mayor, se intercaló en los grupos que formaban los tertulianos.

Palabra del Dia

rigoleto

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