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Por este tiempo y acostumbrados los naturales á los azares de la guerra, y ora generalizándola y dirigiendo sus ataques al establecimiento, ora localizándola de ranchería á ranchería y de caudillo á caudillo, tenían á los pocos españoles en una continua zozobra, la cual se aplacó un tanto con la llegada de los navíos Santiago y San Antonio, los cuales sucesivamente tomaron puerto en Agaña, el año 1672 y 1673.

Pasaron adelante de la empalizada, y entrados en la Ranchería se hallaron sin gente, no viendo por todas partes más que incendios, ruinas, cadáveres y un desapiadado estrago de hombres.

Sólo el Mapono es el valido y el confidente, y es quien obra cosas extrañísimas. En cada Ranchería hay uno ó dos, y á veces más. Entra éste á recibir audiencia de los dioses y se sienta á la par con ellos. Propóneles sus dudas, oye los oráculos y las profecías y tal vez las oye también el pueblo, porque suelen hablar en voz muy alta.

Guiado, pues, de una escuadra de Aruporecas, se puso en pocos días á vista de los Tapacurás; pero antes de entrar envió á la Ranchería un neófito, de nación Tapacurá para que le recibiesen cortesmente y no hiciesen algún desmán contra sus enemigos los Aruporecas.

Entrada del P. Yegros en las naciones de los indios Zamucos; trabajos que hicieron en la expedición II 173 Entrada de los neófitos de San Juan Bautista en la Ranchería de los Puxarís I 226 Entrada de los PP. Jaime de Aguilar y Agustín Castañares en las naciones de los Zamucos II 245 Entran ochenta familias de infieles en el pueblo de San Rafael II 283

Quedaba ya poco de día cuando entró con el intérprete en la Ranchería. Apenas le vieron los paisanos cuando con gritos y voces descompasadas mandaron á las mujeres y demás chusma que se huyesen, y ellos echaron mano á las armas aguardándole con semblante feroz y con ojos que despedían llamas. El intérprete Izú levantó la voz, diciendo no matasen á aquel hombre que no era enemigo suyo.

Saliéronle al encuentro todos, hombres y mujeres, y le hospedaron cortesmente en su Ranchería, mas no con aquellas demostraciones de afecto que el Padre esperaba; y sin duda fué porque había ya algunos días que estaba hecha la Ranchería un hospital de enfermos y moribundos por una epidemia pestilente que hacía gran estrago en todos, y lo peor era que echaban la culpa al Padre, diciendo que por haber querido matarle, había hecho venir de otro lugar la peste para vengar su agravio.

No ayudó poco á la resolución de que se rindiesen aquel indio Sonema, que acudiendo á la junta dijo tantas cosas en alabanza del P. Lucas y de la Santa Fe, de que ya había oído alguna cosa, que de común consentimiento determinaron volver á su ranchería al amanecer y ponerse en manos del santo varón.

Todo, empero, fué en vano, porque aprobando todos unánimes la determinación del capitán, le fué preciso al Mapono seguirlos, aunque se deshacía de rabia. Habiendo, pues, llegado á aquella Ranchería, preguntaron que qué Padre había venido allí, porque por mandato de su Dios, de quien era enemigo, venían á matarlo.

El Misionero de aquella Reducción, que con sus sudores había ganado aquella alma para Dios, envió al punto tras él á algunos fervorosos cristianos, que habiéndole alcanzado en una Ranchería de infieles, le reconvinieron con la promesa que había hecho á Dios en el bautismo y con la palabra que había dado á los Padres de quedarse en el pueblo de San Rafael.