United States or Colombia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Ramírez, otro suburbio de Montevideo, rivaliza con Pocitos en atractivos para los que buscan descanso o recreo. El hotel de Pocitos, así como el de Ramírez, son, en realidad, lugares deliciosos para almorzar o comer.

Ramoncito aprovecha el instante en que la niña le presenta una taza, para decirla en voz baja y alterada "que le sorprende mucho que se complazca en escuchar las patochadas y frases atrevidas de Cobo Ramírez". Esperanza le mira confusa, y al fin dice "que ella no ha oído semejantes patochadas, que Cobo es un chico muy amable y gracioso". Ramoncito protesta con voz débil y lúgubre entonación contra tal especie y persiste en desacreditar a su amigo, hasta que éste, oliendo el torrezno, se acerca a ellos bromeando según costumbre.

Véase la eruditísima nota de D. Lorenzo Ramirez de Prado al núm. 352 del Cronicon de Luitprando, llena de curiosas investigaciones sobre el uso de los palios, mantos y velos de los orientales. Femineum lucet sic per bombycina corpus. Marcial, lib. 8, epíg. 68. Suma de los principales mandamientos, etc. Cap. VII, Del atayamun y sus defectos.

Cuando la corte de España mandó explorar los puntos accesibles de la costa patagónica, y los mas á propósito para establecer poblaciones, á los pilotos Varela y Ramirez, que vinieron á bordo de la fragata San Antonio, se les asoció el P. Quiroga, cuyo diario sirvió al P. Lozano para redactar el que hemos publicado en el primer tomo de nuestra coleccion.

En aquel momento, Cobo Ramírez, que andaba por allí resoplando como un buey cansado, se acercó a la mesa y quiso saber de qué se reían. No le fué posible arrancarles el secreto. Pinedo les hizo una seña prohibitiva porque tenía mucho miedo a su lengua.

Conforme iba Paco Ramírez hacia dicha vivienda, aunque muy apresuradamente, se ofrecían a su imaginación con mayor viveza todas las dificultades de la entrevista que debía tener. En la carta de don Braulio recordaba los párrafos más siniestros y ominosos, y preveía alguna desgracia. Hasta una contradicción que había notado en la carta le daba entonces mucho que sospechar.

Luego volvió a acostarse, apagó la luz y se colocó cómodamente para meditar quizá sobre el contenido del mencionado documento, y para dormir al fin. A la mañana siguiente Inesita y don Braulio, mientras que doña Beatriz, menos madrugadora que ellos, estaba aún en cama, tuvieron una larga conversación acerca sin duda de la carta de Paco Ramírez.

Luego vuelve al lado de Azorín. El telón se ha levantado. El viejo dice: ¿Usted no conoce esta obra? Es preciosa; yo se la vi estrenar a Caltañazor, a Becerra, a la Ramírez, a la Di Franco, que entonces era una niña... Camprodón tenía mucho talento. Yo conocía también a su mujer, doña Concha...

Otra vez surgieron ante la proa los peñascos de Diego Ramírez, el punto más extremo del cabo, y también viró la fragata, huyendo de este cementerio de navíos. Capeando el viento llegaron á ver los primeros icebergs, é igualmente hicieron rumbo atrás para no perderse en las soledades del polo Sur.

Don Félix Cantalicio Ramírez del Valle descansaba en la fortaleza blindada que tenía por dormitorio pocos días después del suceso que acabamos de narrar. Habían sonado ya las dos de la noche en el reloj con música del salón de arriba, se hallaba en la cama desde las once; y sin embargo sólo había logrado echar un sueñecito de media hora. Le acaecía esto muchas veces.