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Actualizado: 24 de junio de 2025


Por un lado, la mamá con sus sofoquinas y pellizcos, ordenándole que rompiese las relaciones con el hijo de Cuadros, por ser una proporción desventajosa y denigrante para la familia; y por otro, el tal señorito acosándola, enviando carta tras carta, unas veces en prosa y otras en verso, pero siempre repitiendo lo del corazón de hielo, pérfida, cruel, etc., etc.

Sobre todo ¿qué han de decir si nadie ha de leerlo? Ni Quintanar. Nunca ha entendido mi letra cuando escribo deprisa. Estoy sola, completamente sola. Hablo conmigo misma, secreto absoluto. Puedo reír, llorar, cantar, hablar con Dios, con los pájaros, con la sangre sana y fresca que siento correr dentro de . Empecemos por un himno. Hagamos versos en prosa. «¡Salud, salve!

Pocos hombres han poseido en tan alto grado la ciencia del mundo y el conocimiento del corazon humano, como el poeta Molière, cuyas obras valen por doscientos tratados de moral. Voltaire, el representante del buen sentido de la humanidad, fué un poeta, y como tal será admirado en el futuro, cuando nadie lea sus obras en prosa.

A me da la idea de que ha ido en tranvía y de que está allí un poco azorado, como en una visita de cumplido. Sus personajes la anciana de la cofia, la niña que tiene el pecho de cristal, etc. le rodean, y según decía la admiradora desconocida, parece que están hablando. Parece que están hablando y hablando en prosa, y esto es lo malo, porque en escultura no se debe hablar.

Lope de Vega llamaba á su Dorotea, que no está en verso, acción en prosa, y Calderón, á la pieza en dos actos titulada El Jardín de Falerina, representación de dos jornadas. Sirva esta prueba para demostrar que la palabra comedia era mucho más absoluta que la de tragedia, comprendiéndose la última en la primera.

Susana contestó en pedestre prosa, pasando como sobre ascuas, y había de qué, por lo que el primo declamaba, y hablando sólo de sus propósitos, nada de misma.

El Marqués tenía el arte de saber darse tono a la pata la llana, como él decía en la prosa más humilde que habló aristócrata.

Hechos inconexos, doctrinas, experimentos y especulaciones; todo se baraja y se agrupa con cierto orden en torno de una idea capital: la equivalencia de los tiempos; la afirmación de que las desventajas de una época existen sólo para los espíritus débiles y enfermizos; la negación de que nuestra edad sea la edad de la razón por contraposición a la edad de la fe; y el convencimiento de que la fe y la razón viven en perpetuo sincronismo; de que la poesía y la prosa de la vida se compenetran y funden; de que el mundo es joven y la humanidad casi niña; y de que los patriarcas, videntes y profetas, se entienden con nosotros, a través de las edades, y nos saludan y nos alargan la mano, y nos animan a tener confianza y a escribir nuevas Biblias y a unir la tierra con el cielo.

Acaso por no ser él su autor, como opina el señor Menéndez y Pelayo, quien observa la profunda desemejanza del estilo de esta primorosa novela con el de las demás piezas de prosa del Inventario.

Inmediatamente el señor de Maurescamp, con el mismo tono de burla, poníase a dar gritos de condenado y a dar golpes sobre el piano para no oír. Así era como pretendía hacerla perder el gusto por la poesía, sin pensar que arriesgaba más bien disgustarla de la prosa.

Palabra del Dia

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