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El Condestable de Castilla confirmó la oferta al pasar por París; y como la esperanza del deseo suele cegar, renunció, en efecto, despidiéndose de S. M., que procuró disuadirle y le predijo había de arrepentirse. Marchó, no obstante, á Inglaterra, lugar que le habían designado; mas apenas llegó á Douvres se le prohibió pasar adelante, por ruego y amenaza del Embajador de España.

Mucho de lo que dijo en el sermón era juicioso. Y si incurrió en exageraciones, bien yo por qué. La Reina Católica prohibiría sin duda la seda porque en su tiempo se entenderían las cosas de muy otra manera que en el día, y además porque la seda costaría entonces un ojo de la cara y arruinaría al país. En fin, yo no por qué prohibió la reina la seda. Acaso no sea verdad que la prohibiese.

Por parte de las iglesias catedrales del reino se recurrió á la sagrada congregacion de inmunidad: en vista de su declaracion, el rey y los ministros instaron á los cabildos para que sostuviesen su prerogativa de dar ellos el consentimiento. Nada se decidió sin embargo. A 2 de julio prohibió Felipe V todo comercio con la corte de Roma por causa del referido altercado.

Por encargo de un provincial amigo suyo, Quiroga prohibió la entrada en sus casas de liampó y chapdiquí á todo indio que no fuese de antiguo conocido; el futuro consul de los chinos temía se apoderasen de las cantidades que allí los miserables perdían.

¿Acaso no nos lo prohibió él? replicó la ama de llaves, exactamente en el mismo tono, sin que esto pareciera indicar ninguna arrogancia de su parte: era más bien el eco del carácter del anciano. ¡Eh! ¡eh! murmuró el anciano riéndose por lo bajo. Me parece que allí hay algo de Olga.

Lo comprueban muchas de sus disposiciones. Ningún naviero podía recibir pasajeros a bordo, si previamente no exhibía una cédula de constancia de haber confesado y comulgado la víspera. Los soldados estaban también obligados, bajo severas penas, a llenar cada año este precepto, y se prohibió que en los días de Cuaresma se juntasen hombres y mujeres en un mismo templo.

Por primera vez pensó con horror en la manera cómo había llegado a ser el esposo de Germana; tuvo vergüenza de la venta, se dijo que un beso obtenido por sorpresa sería algo como un crimen, y se prohibió a mismo amar a su mujer hasta el día en que estuviese seguro de ser amado por ella. Los huéspedes de la villa Dandolo no vivían en una soledad tan absoluta como se pudiera suponer.

La razón es que se aburría sola, y mi padre le proporcionaba distracción y divertimiento. Y, en efecto, por divertirse, maquinó un plan maligno y agudo, y fué que, como mi padre en su vecindad se ponía en estado de excitación poética y todo le salía en verso, ella le prohibió severamente que dijese nada rimado: «La poesía es salsa que fatiga la digestión.

Le prohibió, riendo, que se los pusiera más. Para las corbatas confesaba que tenía mucho gusto, pero le sentaban mejor las de lazo que las chalinas. ¿Por qué no se encargaba a Madrid los sombreros? Los que llegaban a Lancia eran todos rancios y ridículos.

Mi padre no podía llevar con paciencia su postergación. Se perecía por atraer la amistad de los estudiantes y demostrarles que él, intelectualmente, era muy superior a aquel loco. Un día que yo le menté mis paseos con Angustias y Celesto, me prohibió que siguiese cultivando aquella compañía; pero, como no se enteraba de nada, no le hice caso.