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Actualizado: 4 de junio de 2025


El Conde se creía dotado de prodigiosa sagacidad para averiguar misterios; para conocer las calidades de las personas sólo por la pista o el rastro. Se juzgaba tan curtido y experto en lo que atañe a la sociedad humana, como los antiguos sabios solitarios del Oriente se dice que lo eran en lo que depende de la madre naturaleza.

Era uno la vista fotográfica, prolija y magistralmente iluminada con colores, de un extenso y magnífico salón oriental, lleno de primores y de peregrinas elegancias. En todo se advertían y se admiraban pasmoso lujo asiático y muy acendrado buen gusto. Se diría que era aquello la prodigiosa cámara subterránea, donde encontró Aladino la lámpara del Genio.

Todavía aquella privilegiada tierra está brindando á sus naturales con su fertilidad prodigiosa: fuera de los olivares, naranjales, higuerales, granados, cidras damasquinas y moreras de que se cubren sus laderas aun negligentemente labradas, produce la montaña sin que intervenga la mano del hombre, arrayanes, lentiscos, algarrobos, almezos de dulcísimo fruto, pinos, avellanos, castaños y acebuches.

Y juventud, belleza y salud, se consumían en la vana espera del que no venía ni vendría jamás... ¡Pobres solteronas! Fue preciso el cristianismo para cambiar el ideal de una gran parte del mundo. En cuanto apareció, la existencia de la mujer sufrió una transformación tan completa como prodigiosa; de esclava que era, se encontró de repente con una personalidad justamente respetada.

Si mis heridas no resplandecen en los ojos de quien las mira, son estimadas, a lo menos, en la estimación de los que saben dónde se cobraron; que el soldado más bien parece muerto en la batalla que libre en la fuga; y es esto en de manera, que si ahora me propusieran y facilitaran un imposible, quisiera antes haberme hallado en aquella facción prodigiosa que sano ahora de mis heridas sin haberme hallado en ella.

Consideró, con todo, que tan prodigiosa alhaja tenía sobrado precio para usada de diario, y la guardó en su cajita y la ocultó con cuidado entre sus más estimados tesoros. Pasaron años, y marido y mujer vivían aun muy dichosos. El hechizo de su vida era la niña, que iba creciendo y era el vivo retrato de su madre, y tan cariñosa y buena que todos la amaban.

Quiso repetir el feroz centauro, pero el hombre se levantó con agilidad y se dió a correr de tan prodigiosa manera, que el segundo garrotazo lo dió en el suelo, y en cuanto al tercero ni lo intentó siquiera. ¡Mal rayo! rugió Piscis. Este rugido debió de llegar a oídos de su feliz amigo, porque algunos segundos después montaba sobre la barandilla y se apeaba bonitamente en la calle.

A la otra parte del río existen aún las enormes rocas donde estuvieron las célebres prisiones de Pierre-Chatel, cuyo edificio pertenecía al Estado. El paisaje es allí magnífico e incomparable: entre dos rocas enormes hay un desfiladero: después de los días transcurridos, aún temo que aquellas masas de prodigiosa altura se desprendan y nos sepulten entre sus peñascos.

Cuando Maximiliano se retiró, iba desarrollando en su mente la más prodigiosa cadena de razonamientos que en aquellas cavilaciones se había visto. «¿Ves como salió? Lo que fulminó en mi cabeza como un resplandor siniestro del delirio, ahora clarea como luz cenital que ilumina todas las cosas. Vaya, hasta poeta me estoy volviendo.

Los que sienten la fe son los menos; los más, entran en el mundo eclesiástico porque ven la Iglesia todavía triunfante y dominadora en apariencia y creen que dentro de ella les aguarda una carrera prodigiosa... ¡Infelices! Yo también fui conducido al altar, entre música y gritos oratorios, como si marchase al triunfo.

Palabra del Dia

cacatúa

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