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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Al verse en alta mar, sus proas, como hocicos inteligentes, husmeaban el horizonte, adivinando el sendero a través del infinito.
La ansiada riqueza se dejaba entrever un momento y huía medrosa ante las proas de los nautas. Los indígenas de las costas hablaban de enormes riquezas y de monarcas poderosos, señalando siempre al interior, más allá de las montañas que parecían tocar el cielo, y de las ciénagas temblorosas, inmensos mares de hierbajos acuáticos.
Navegaron para ejecutar su determinacion por la playa entre Pactia y el cabo de Gano con buen tiempo; pero al amanecer, descubriendo velas de la parte de Galípoli, tomáronse pareceres sobre lo que se debia hacer, viéndose cortados para volver á Galípoli, y todos conformes se metieron en tierra, y puestas en ella las proas lo mas cerca que pudieron, las popas al mar, porque en aquellas que las proas no iban guarnecidas de artilleria, la mayor defensa era lo alto de las popas.
Suspenden su marcha, diciendo: «Este es el mar Tenebroso.» Y ponen las proas de sus naves en dirección á su país. «Sería cometer una impiedad el violar ese santuario. ¡Desdichado de aquel que se vea hostigado por tan sacrílega curiosidad! En las postreras islas apareció un coloso, un rostro amenazador gritando: «No paséis más allá.»
«Partió el general de estas islas, que llamó de las Velas latinas ó el archipiélago de San Lázaro, que es el que conservan, aunque se les añadió el de las Marianas: navegó 300 leguas con las proas al Occidente; descubrió muchas islas abundantes en mantenimientos, entendía su lengua un indio que llevaba Magallanes, que fué un total alivio: lo primero fué el cabo de San Agustín, punta austral de la gran isla de Mindanao: costeó la provincia de Caraga; entró por el estrecho de Siargao, que le forma la punta Banajao con la isla de Leyte; reparó en la isla de Limasaua, que está en la boca: á la novedad de gente y navíos acudieron pacíficos los naturales, y sabida su necesidad la socorrieron con un buen refresco; mostráronseles muy favorables, y les dejaron papeles en gratificación de sus agasajos; con ellos adquirieron cédulas reales que honran á su principal con el magnífico título de Príncipe... Con el buen rendimiento de los de Limasaua, descansaron y se refocilaron de sus pasadas miserias: tuvo noticia aquí Magallanes del río de Butuan, cuyo Datto ó Régulo era más poderoso: resolvió ir á su boca con las esperanzas de la fama: correspondió á ellas el Príncipe: envió una embajada con diez hombres á inquirir ¿qué navíos y qué gente?
Y durante miles y miles de años reinaba sobre el mundo la divinidad benéfica y consoladora que el héroe sombrío había dado a los humanos, pagando esta generosidad con el tormento de sus entrañas rasgadas por el águila, «perro alado de Zeus». Ella conducía los rebaños de hombres en armas; ella había aleteado ante las proas de los descubridores; ella conmovía con su paso quedo el silencio cerrado donde meditan sabios y artistas; ella guiaba las muchedumbres ansiosas de bienestar y amplio emplazamiento que se descuajan de un hemisferio para ir a replantarse en el otro.
Alrededor del Goethe habíase establecido un pueblo flotante y movible que se deslizaba por sus flancos con acompañamiento de choques de proas, enredos de palas y continuos llamamientos a las filas de cabezas curiosas que orlaban los diversos pisos del trasatlántico. Eran lanchas de remo, barcas de vela, pequeños vaporcitos, robustas gabarras con montones de carbón.
Palabra del Dia
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