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Actualizado: 3 de mayo de 2025


De tarde en tarde se presentaba don Pablo el joven, que dirigía la gran casa Dupont, dejando que sus hermanos menores se divirtiesen en la sucursal de Londres, o doña Elvira con sus sobrinas, cuyos noviazgos llevaban revuelta a toda la juventud de Jerez. La viña parecía otra, más silenciosa, más triste. Los chicuelos que corrían por ella en pasados tiempos tenían ahora otras preocupaciones.

Llamábanlo el Parlampán porque en las corridas de toros se presentaba vestido de monigote en la mojiganga o cuadrilla de parlampanes, y desempeñábase con tanto gracejo que se había conquistado no poca populachería. Una tarde se exhibió en el redondel llevando dentro del cuerpo más aguardiente del acostumbrado, cogiólo el toro, y en una camilla lleváronle al hospital.

De vez en cuando, llegaba en busca del señor Fermín alguna gitano viejo, algún mochilero de los que vendían, en cafés y casinos, su exiguo cargamento de tabaco. Abuelo, esto es para usted... De parte de Rafaé. Era dinero que le enviaba el contrabandista y que el viejo entregaba silencioso a su hija. El muchacho jamás se presentaba.

Aquel hombre guapín, que siempre fue a Rosalía indiferente, pareciole entonces un bonito verdugo que se le presentaba con la cuerda y la hopa. ¡Y que no venía poco apremiante el tal!... ¡Vaya un apunte! Para el día 14 sin falta necesitaba eso.

Las paredes de algunas galerías, tapizadas con los cristales del mercurio, que en muchos puntos se presentaba nativo, brillaban cual si fuesen de plata. Escuchábanse detrás de aquellas paredes golpes sordos, acompasados.

La resistencia fue de corta duración, y, por fin, salió un grupo de jóvenes escoltado por el amo y sus huéspedes. Los que quedaron en la gañanía comenzaron a buscar por los rincones una guitarra. ¡Buena se presentaba la noche! Al salir el amo, había dicho al aperador que enviase a aquella gente todo el vino que pidiera. ¡Oh, qué don Luis!...

Medrano se presentaba después de mediodía, y el niño, vestido por las doncellas con traje de terciopelo negro, zapatos con virillas de plata, gorra morada, una lechuguilla fresca y un corto espadín, iba a despedirse de la madre. Ella le marcaba la crencha, con el peine, hacia un costado, según la manera española, y, haciéndole rezar un Ave y un Pater, le despachaba con un beso.

La señora Angustias abandonó todo propósito de corrección, juzgándolo inútil. Se hizo la cuenta de que no existía su hijo. Cuando se presentaba en casa por la noche, a la hora en que la madre y la hermana comían juntas, hacíanle plato silenciosas, intentando abrumarle con su desprecio. Pero esto en nada alteraba su masticación.

Sobre lo desconcertado que ya estaba, aquella contestación y la actitud inquisitorial con visos de hostil en que se me presentaba acabaron de privarme de las escasas migajas de razón que aún retenía. Comencé a desbarrar de un modo lamentable.

Mi amigo se presentaba juicioso, reservadísimo, y no tenía para ella sino las consideraciones discretas y comedidas que se deben a una señora. ¿Era que se había verificado un cambio radical en sus sentimientos?

Palabra del Dia

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