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Actualizado: 16 de junio de 2025
El príncipe protestaba de estas carreras, buenas para los prados natales, y sus recriminaciones establecían entre los dos un alejamiento hostil. «A ella no le chillaba ni su madre. Ya era mayor de edad para saber lo que debe hacerse...» Y tenía quince años.
Este prurito extravagante llegaba a veces al absurdo de desear vivamente estar en muchas partes a un tiempo, en muchos pueblos, junto al mar y muy tierra adentro, en lo claro y en lo oscuro, en un país como en aquel suyo, donde había muchos prados verdes, pero también en una región seca, de cielo diáfano, sin nubes, sin lluvias.
Las suaves tintas del crepúsculo sombreaban en ese mismo instante el océano de follaje medio dorado por el otoño; los sombríos pantanos, los verdes prados y los horizontes de entrecruzadas pendientes que se mezclaban y sucedían bajo nuestros ojos hasta la más lejana extremidad.
Su rico compatriota el vasco, orgulloso de sus prados infinitos y de sus ovejas enormes como mastines, se complacía en decir á algún vagabundo que pasaba junto á su propiedad: Si llegas á cargarte esa oveja, te la regalo. Pero el hombre, después de grandes esfuerzos, no lograba echarse á la espalda el pesado animal. Cuando recibía á algún huésped, lo obsequiaba con un pavo puesto en el asador.
Hallabanse en nuestro exército, entre todas las tres naciones, tres mil y quinientos caballos, y quatro mil infantes, quando dexaron sus quarteles para salir á recibir al Duque. Llegaron á alojarse el primer dia en unos prados por donde atravesaba una acequia muy grande, que les ofreció un ardid y traza importante para su ruina del enemigo.
Habíase sentado en el alma del maestresala la belleza de la doncella, y llegó otra vez su lanterna para verla de nuevo; y parecióle que no eran lágrimas las que lloraba, sino aljófar o rocío de los prados, y aun las subía de punto y las llegaba a perlas orientales, y estaba deseando que su desgracia no fuese tanta como daban a entender los indicios de su llanto y de sus suspiros.
La mañana siguiente la pasó recorriendo los prados artificiales que había formado detrás del parque, lamentando el abandono en que estaban por la marcha de sus hombres, intentando abrir las compuertas para dar un riego al pasto, que empezaba á secarse. Las viñas alineaban sus masas de pámpanos á lo largo de los alambrados que las servían de sostén.
Y es que algo en el zarpazo del débil a los fuertes Pudiera aventurarnos a inmensos silogismos. Si fueran esas cumbres eternamente inertes Las águilas no harían su nido en los abismos ¡Oh ejemplo de las lavas! ¡Oh, tú, que matas vírgenes y rosas con tus babas Llorando aquella risa con que rodó Satán! Sigue rompiendo almas, sigue rompiendo prados.
A punto estaba ya de suspender la excursión por ella, pues le iba enfriando y fatigando un poco, y saltar a los prados y luego al camino, cuando acertó a oír detrás del follaje rumor de voces.
SANCHO. Magnánimo señor, a quien las frentes Humillan estos montes coronados De nieve, que bajando en puras fuentes, Besan tus pies en estos verdes prados: Por consejo de Nuño y sus parientes, En tu valor divino confiados, Te vine a hablar y te pedí licencia, Y honraste mi humildad con tu presencia.
Palabra del Dia
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