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A los diez días de estancia en Munich, no había recibido aún ninguna noticia de mi tragedia japonesa. Comenzaba a desesperar de poseerla, cuando una noche, en el jardín de la cervecería donde acostumbrábamos comer, vi llegar a mi coronel con la cara llena de júbilo. ¡Ya está en mi poder! me dijo, venga mañana por la mañana al museo. La leeremos juntos. ¡Ya verá qué bonita es!

La virtud es difícil, mas no imposible: el hombre no la alcanza aquí en la tierra sin mezcla de muchas debilidades que la deslustran; pero no carece de los medios suficientes para poseerla y perfeccionarla. La razon es un monarca condenado á luchar de continuo con las pasiones sublevadas; pero Dios la ha provisto de lo necesario para pelear y vencer.

¡La has ofendido! le dije. Es posible. Julia me angustia. Y así diciendo me volvió la espalda resuelto a cortar por lo sano toda insistencia. Tuve el valor, ¿fue valor?, de quedarme hasta que terminó el baile. Tenía necesidad de volver a ver a Magdalena a solas, de poseerla más estrechamente luego que se marcharan tantas personas que se la habían repartido, por decir así.

La hermosa bestia de los tiempos primitivos, satisfecha de que los machos se maten por poseerla... Esto sólo se ve aquí. Y Aresti sonreía con la satisfacción del naturalista que contempla en su gabinete un animal extraordinario. Llegaban de Gallarta nuevos grupos atraídos por la noticia del asesinato. El juez mostraba prisa por ir con la pareja de miñones en busca de los criminales.

La esposa de D. Martín, sorprendida de la osadía del seductor, le reprocha colérica la infamia de su conducta y su ingratitud para con su esposo; pero D. Sancho está decidido á poseerla á todo trance, aunque sea empleando la violencia. El poeta hace entonces caer el telón. En el acto siguiente vuelve D. Martín de la guerra.

Roto el encanto, la conciencia fría ve alzarse, hoy burladora, ayer risueños, tiempos que fueron ya sueño de sueños del porvenir la negación sombría. Ver la felicidad y no alcanzarla, correr tras de la gloria y no obtenerla, tener un alma libre, esclavizarla... ¡Vida que no es ni nuestra al poseerla, no vale el torpe afán de conservarla, ni el miedo miserable de perderla!

Juan tenía la costumbre de colocar la luz sobre la mesa de noche, porque no le gustaba poseerla sin mirarla; durante los primeros abrazos charlaban mucho, boca con oído.

Esto de tener buena sombra fue mi única ambición desde entonces, y me esforcé con ahínco en alcanzar la ventura de poseerla. Pero mis chistes y equívocos, preparados con anticipación en la soledad de mi cuarto, no tenían éxito feliz en el Oriental. Ni una comedia que también forjé y les leí, reuniéndolos al efecto en casa y regalándolos con cigarros y copas de manzanilla, logró su aprobación.