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Actualizado: 18 de septiembre de 2025


El punto final de las meditaciones de D. Fadrique era siempre el mismo, por cuantas sendas y rodeos tratase de llegar á él. No quería á Clara poseedora de lo que le constaba que no era suyo; no la quería mujer de D. Casimiro; no la quería monja tampoco, y no quería dar escándalo ni amargar la vida de D. Valentín con afrentoso desengaño.

Reina en tu mundo, despreciaste el mío, y cuanto te ofrecí resultó en vano. ¡Poseedora del cetro cortesano, un hogar de virtud te causa frío! Pasa, pasa, mundana incorregible, que corres ciega tras el imposible placer que anhela tu alma pecadora... Yo he de verte, más tarde, envejecida, sollozar el recuerdo de tu vida sumida en tu vejez desoladora.

Si esto parece á V. inicuo, vuélvase usted impío y blasfemo contra la Providencia, y no contra . La Providencia, en sus designios inescrutables, con ocasión de mi culpa, ha puesto á mi hija en la alternativa ó de sacrificarse ó de ser falsaria y poseedora indigna de riquezas que no le pertenecen.

Y pregunto ahora: ¿pensará nadie en el silogismo? ¿sirve de nada el recordar que lo que se dice de todos se ha de decir de cada uno? Cuando se haya llegado á probar que el manso B perteneció á la familia N, ¿será menester ninguna regla para deducir que la familia M es legítima poseedora?

Ayer me dijo que nuestra familia desciende de Vivarais, y que una joven de Roys tiene aún como heredera de la rama principal de la casa el feudo de Rubec, en Montfaucon. Después de la actual poseedora, este feudo debe pasar a mi madre: acaso entonces pueda vivir con más desahogo. Por falta de recursos se ha visto obligada a suprimir la camarera, y a su edad esto es muy penoso.

Confidencias Mucho de lo que voy a escribir ha de parecerte singular y raro, pero apenas hay en ello otra rareza que la sinceridad con que yo lo digo. Como poseedora de un maravilloso instrumento óptico, escudriñaré cuanto se oculta en los más hondos senos de mi alma y te lo contaré todo. Lo contaré en resumen para no cansarte ni cansarme.

La niña de los ojos negros, hija de un pobre menestral de la villa, la trataba con la autoridad de reina y señora, le exigía todos los juguetes de que era poseedora, la obligaba a plegarse a todos su caprichos, la humillaba siempre que quería, y frecuentemente la maltrataba de palabra y de obra, sin que por eso disminuyese poco ni mucho el cariño de su apasionada amiga.

Los principales casinos de la ciudad, los mejores cafés, abrían sus ventanales de vidrios sobre la calle. Montenegro lanzó una mirada al interior del Círculo Caballista. Era la sociedad más famosa de Jerez, el centro de reunión de la gente rica, el refugio de la juventud que había nacido poseedora de cortijos y bodegas.

Palabra del Dia

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