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De cuánto se pueda callar en cinco años, podráse formar una idea aproximada con sólo repasar por la memoria cuanto hemos callado nosotros, mis lectores y yo, en diez años, esto es, en dos cursos completos de Platón que hemos hecho pacíficamente desde el año 23 hasta el 33 inclusive, de feliz recuerdo, en los cuales nos sucedía precisamente lo mismo que en la cátedra de Platón, a saber, que sólo hablaba el maestro, y eso para enseñar a callar a los demás, y perdónenos el filósofo griego la comparación.

Esto pareció á los inteligentes que encerraba en algun gran secreto, más de lo que exteriormente parecia; otros lo tomaron bien, diciendo que como fué fiel á Fadrique, así lo sería al Emperador, con que ganó opinion y gloria, siguiendo la sentencia de Platon, de cuanta importancia sea el parecer bueno y justo para ganar opinion, y poder engañar.

Cada vida es, asimismo, una sombra inconstante y huidera. ¿Recuerda usted la alegoría de la caverna, de Platón? Pues es preciso ir todavía un poco más allá; los que Platón pone aherrojados en la caverna no son cuerpos materiales, sino sombras, pero sombras dramáticas y atormentadas; y lo que sobre el muro ven, sombras de sombras. Eso es una casa de huéspedes: la caverna de las sombras.

La vanidad de Platón cayó de golpe cuando más se remontaba, y no encontrando aplicación adecuada a su personalidad, se estrelló en la conciencia de su estolidez. «Yo... para tirar de un carromato pensó . Después dejó caer la varonil y gallarda cabeza sobre el pecho y estuvo meditando un rato sobre el por qué de su perra suerte.

Sobre este particular, los escolásticos tienen en su favor á Platon, Aristóteles, san Agustin, san Anselmo, santo Tomás, Descartes, Malebranche, Fenelon y Leibnitz. Hay aquí cuestiones sumamente profundas que no pueden ser tratadas ligeramente.

Pasaron los tiempos de Platon y Aristóteles. Estamos en los tiempos de Colon, Guttemberg, de Bichat, de Vaucauson, de Montgolfier y de Fulton. Pasó la dialéctica, pasó el silogismo, y vino el instrumento, vino la máquina. Este gran fenómeno, el más peregrino y trascendental que se ha realizado en la historia, tiene una razon profunda, una profunda psicología.

Yo deseo complacerle; pero lo considero harto difícil. El asunto es tan complicado que, para tratarle bien, sería menester escribir un par de volúmenes y no un artículo breve. Mucho aumentaría la extensión del escrito si me empeñase en decir, además de lo que á se me ocurre, lo que se ha ocurrido á los otros desde Platón y Aristóteles hasta Hegel, Gioberti, Pictet y demás autores novísimos.

Pues señor... al volver de Plencia ya comprometido a casarse y enamorado de su novia, quiso saber qué vuelta llevó Fortunata, de quien no había tenido noticias en tanto tiempo. No le movía ningún sentimiento de ternura, sino la compasión y el deseo de socorrerla si se veía en un mal paso. Platón estaba fuera de Madrid y su mujer en el otro mundo.

Asi Platon se apoderó de las vislumbres de aquel arcano como de un tesoro de inmenso valor para las teorías filosóficas; asi los santos padres y los teólogos al esforzarse por aclararle con algunas razones de congruencia, han ilustrado los mas recónditos misterios del pensamiento humano.

Si los tiempos divinos en que las almas jóvenes daban modelos para los dialoguistas radiantes de Platón sólo fueron posibles en una breve primavera del mundo; si es fuerza «no pensar en los dioses», como aconseja la Forquias del segundo «Fausto» al coro de cautivas, ¿no nos será lícito, a lo menos, soñar con la aparición de generaciones humanas que devuelvan a la vida un sentido ideal, un grande entusiasmo; en las que sea un poder el sentimiento; en las que una vigorosa resurrección de las energías de la voluntad ahuyente, con heroico clamor, del fondo de las almas, todas las cobardías morales que se nutren a los pechos de la decepción y de la duda? ¿Será de nuevo la juventud una realidad de la vida colectiva, como lo es de la vida individual?