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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Sus vidas se iban compenetrando insensiblemente. No sólo tenían un rato de plática casi todos los días en el confesonario, sino que por la tarde se veían en la iglesia, al rosario, y por la noche también a menudo en casa de D.ª Eloisa.
Mientras pasaba este coloquio, las madres, que venían detrás, se sentaron en un banco, sin que su plática, por versar sobre asuntos de muy otra especie cediese en animación a la de la gente joven.
Y mientras tanto, Villamelón proseguía su misteriosa plática con el ministro. Contaba por aquel entonces el marqués más de cuarenta años, y los estragos de su juventud salíanle prematuramente al rostro.
Después que había oído una plática del confesor en la capilla y habían terminado todas las ceremonias, una hermana la llevó a su celda y la dejó sola para que se vistiera el hábito y se pusiera la cofia.
¡Qué importa! exclamó la niña de Calderón con un desprecio que hubiera estremecido a Heinecio en su tumba. Y añadió en seguida: ¿Esos sombreros os los ha hecho Mme. Clement? No, los ha encargado mamá a París por la señora de Carvajal, que ha llegado el sábado. Son muy bonitos. Más que los que hace Mme. Clement ya son. Y se enfrascaron por breves momentos en una plática de moda.
Mucho desearía yo ver todas esas riquezas de la antigüedad y esos primores del arte, dijo Roger. Otra cosa. Allá he dejado yo más de trescientos arqueros blancos que desde hace dos años no han oído una sola palabra de consejo, ni una plática religiosa y bien sabe Dios que nadie lo necesita tanto como ellos. Si tienes deberes aquí, tampoco es mala misión la que te ofrezco.
El Duque, para la poca plática que tenía en semejantes cosas, anduvo este día muy bueno, alegrando y animando la gente, acudiendo á todas partes, dando la orden que convenía; lo que no hicieron otros que eran más obligados á ello, con quien tuvieron muy gran cuenta los soldados. Los pocos caballos que teníamos, que serían hasta 20, que los demás no eran desembarcados, sirvieron bien.
El deseo de tomar satisfacion y venganza de los agravios recibidos de Rocafort, con el miedo se encubrieron, hasta que tomaron la ocasion del poco caso, y respeto que Rocafort, tenia á Tibaldo, y secretamente pusieron en platica su libertad, pareciéndoles que hallarian en Tibaldo, como en hombre ofendido, el remedio de sus agravios; pues casi eran comunes á todos.
Continuó en diapasón agudo: Amados y respetables señores míos: No sé si les habré chocado, a causa de mi franqueza, o si les habré aburrido con tan larga plática. A fuer de riojano, hablo en plata; y como fraile, debo hablar en tono grave, a pesar de mi voz de tiple.
Pues me encontré a mi perseguidor hablando familiarmente con el Padre. Quise aguardar desde lejos a que terminase aquella plática, y el Padre me vio, y me dijo: ¿Qué se le ofrece a usted, señorita doña Manuela? No deje de hablarme ni se retraiga porque vea aquí a este caballero. El, su madre y otros individuos de su ilustre familia, son amigos míos de toda la vida.
Palabra del Dia
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