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Actualizado: 11 de mayo de 2025
A cuenta de ellos se lo pierden; porque usted, ¡hostia!, sería un lince para la Destrución pública, y yo... yo».
Esta zona era la de las grandes pescas, y llegaba hasta doscientos metros de fondo, profundidad en la que se pierden los rayos del sol. Más allá cesaba la luz, desaparecían las plantas, y con ellas los animales herbívoros.
Ahí está el espectáculo doméstico que conocemos perfectamente: las sillas, cada una con su distinta individualidad; la mesa del centro, con uno ó dos volúmenes y una lámpara apagada; el sofá; el estante de libros; el cuadro que cuelga en la pared: todos estos detalles, que se ven de una manera tan completa, se presentan sin embargo tan idealizados por la misteriosa luz de la luna, que se diría que pierden su verdadera realidad para convertirse en cosas espirituales.
Y, de aquí adelante, no se muestren tan niños, ni tan deseosos de ver mundo, que la doncella honrada, la pierna quebrada, y en casa; y la mujer y la gallina, por andar se pierden aína; y la que es deseosa de ver, también tiene deseo de ser vista. No digo más.
Eso se cuenta endispués, y las malas lenguas pierden el respeto y disen que si toos somos unos cobardes. El cortijero cerró la puerta, y los guardias comenzaron a dar culatazos pa que abriese.
Aquella noche D. Alonso y Marcial siguieron conferenciando en los pocos ratos que la recelosa Doña Francisca los dejaba solos. Cuando ésta fue a la parroquia para asistir a la novena, según su piadosa costumbre, los dos marinos respiraron con libertad como escolares bulliciosos que pierden de vista al maestro.
Sólo nos queda que añadir que en una traducción, por fiel que sea, se pierden las dos terceras partes de las bellezas que estriban y se sostienen en la energía y tersura de la expresión original.
Aseado, en cuanto era posible, dada la incuria de su dueño, el tal gabinete mereció toda mi atención. Daba frío, el frío polar que sentirán los que pierden un pleito, y se arruinan, y se quedan a un pan pedir por culpa de un patrono ignorante, o torpe, o desidioso.
En la primavera, cuando renace todo, da gusto ver el verdor de hierbas y follaje dominar la blancura de las nieves. Los tallos del prado que pueden respirar otra vez y ver la luz de nuevo, pierden su tono rojizo y su apariencia calcinada y adquieren primero un color amarillento y después verde hermoso.
¡De modo que si esa dama con quien entretienen al príncipe don Felipe tiene tales conocimientos secretos, debe ser una bribona! No sé, no sé, excelentísimo señor; porque también hay damas y muy damas que se pierden por estos tunos. Tomad dijo el duque abriendo un cajón y sacando de él un estuche. ¿Y qué es esto, señor? Una gargantilla. ¡Ah! ¿Debo visitar á esa dama? Sí. ¿Y qué la he de decir?
Palabra del Dia
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