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Actualizado: 18 de julio de 2025
Ocupa el sitio donde se colocó la primitiva pila bautismal recien purificada la mezquita, y donde permaneció hasta que fué trasladada á la desierta capilla de S. Matías. El piadoso obispo D. Fr.
Cargó con él la moza, y D. José y su ahijada se quedaron solos en presencia de las papeletas. «Es preciso echar un esfuerzo, echar mano de todo. ¡Cuánta papeleta!» exclamó el santo varón cruzando sus manos con ademán piadoso. Isidora las pasaba, las leía, las iba contando. ¡Ay!
Es el primero en todo, y además, callado y piadoso como un santo. Será el consuelo de su ancianidad.
Además, de vez en cuando, para algún motivo piadoso, como una novena, una reunión de la cofradía, etc., la joven iba a la rectoral a consultarle, aunque le costase siempre un esfuerzo, porque tenía gran miedo a D. Miguel. Se le había metido en la cabeza que éste la miraba de mal ojo, que la despreciaba. Y acaso no le faltase razón para suponerlo.
Doña Inés dio parte de este triunfo al padre Anselmo, quien se llenó de piadoso júbilo, y aun se sintió lisonjeado al prever que él figuraría en la vida de la nueva santa como el instrumento de que se valía el Cielo para convertirla y glorificarla.
La tragedia de su padre se juntaba en su pensamiento a otras historias oídas en la reserva de alguna confidencia. Su abuelo, un hombre piadoso y sensual, se había dejado matar, sorprendido en la alcoba de su amante, por faltarle la voluntad de herir con la espada que el marido caballeresco le arrojara a las manos.
Pero en realidad, esas demostraciones no revelan una infatuacion personal sino un alto orgullo de familia, sentimiento piadoso y patriótico en el fondo; puesto que consiste en el culto á las glorias de sus antepasados y á las tradiciones de la independencia y de las grandes proezas de la España antigua.
Preguntamos y nos dijeron que en aquella vivía hacía algunos años, un lazarino llamado Simón, quien no sale del recinto de la isla y á quien sus parientes llevan semanalmente los alimentos, dejándoselos en la playa. Dicho lazarino, siempre que se le proponía el mandarlo á un establecimiento piadoso, rompía en lágrimas rogando no se le sacase de aquellas soledades para él tan queridas.
Iba asimismo en la nave un piadoso y entusiasta misionero franciscano, cuyo nombre era Fray Juan de Santarén. Grandísima gana llevaba este de difundir la luz del Evangelio, de convertir idólatras y mahometanos y de bautizarlos a centenares.
¡Señor! ¡señor! exclamó Montiño arrojándose á los pies del duque y con los brazos abiertos ; puesto que lo sois todo en España, y que yo soy inocente, porque quien mata sin querer no mata, salvadme, señor, salvadme. Levantáos, levantáos, Montiño, y nada temáis; se le echará tierra al muerto, se romperá el proceso... ¡Ah señor! ¡piadoso señor! ¡Mi vida!... Merecéis que se os ampare.
Palabra del Dia
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