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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Por estos motivos, pues, hubieron los nuestros de trasplantar aquellas tiernas plantas á lugar más retirado, encomendando este negocio al cuidado del venerable P. Lucas Caballero; y aunque en tales mudanzas perecieron muchos por las incomodidades y enfermedades que les sobrevinieron, de que participaron también nuestros misioneros, no obstante, poco después volvió la Reducción á su antiguo esplendor, porque vinieron luego otros infieles que se incorporaron en ella.

Unos vagaron proscriptos en tierra extranjera durante los diez años de Calomarde; otros perecieron en los aciagos días que siguieron á la triste victoria de los cien mil nietos de San Luis. Entre los que lograron vivir más que el inicuo Fernando, algunos defendieron el mismo principio con igual entereza; otros, creyendo sustentarle, tropezaron con las exigencias de una generación nueva.

Tan porfiado y sangriento fué el combate entre los moros y los manobos aliados defensores de aquel punto, que el campo quedó cubierto de cadáveres y gran número de combatientes perecieron en los pantanos. Por aquellas fechas nuestras armas realizaron hechos gloriosos en la costa N., por más que el resultado en definitiva no resultase satisfactorio.

Eran las cuatro de la tarde; la noche se acercaba. La última bala cayó en la calle de Grand-Fontaine y, rebotando en la esquina del abrevadero, derribó la chimenea de El Buey Rojo. Cerca de seiscientos hombres perecieron aquel día. No fueron pocos los montañeses muertos; pero los kaiserlicks fueron muchos más.

Perecieron también por la misma causa muchísimos animales y todo el arbolado y siembras de los contornos, pues la abundancia de piedra, ceniza y lodo, que vino del volcán lo soterró todo. El río grande, que comunica la laguna con la ensenada de Taal, quedó cegado casi del todo, y rotos y enterrados los champanes y demás bajeles fondeados en el río y la laguna.

Un trastazo le echa á pique, y otro le saca á flote; la cabeza se atontece, y el que mejor sabe anadar, trata de olvidarlo pa acabar cuanto antes. Pues á usted de algo le ha servido el saber nadar, puesto que logró salvarse donde tantos otros perecieron. Miróme el hombre con torvo ceño, y díjome con profundísima convicción: ¡Ni pizca, tiña! ¿Cómo salió usted á tierra, si no?

Me hacen ustedes reír con su sencilla ignorancia respecto al hombre más grande y más poderoso que ha existido en el mundo. ¡Si sabré yo quién es Napoleón!, yo que le he visto, que le he hablado, que le he servido, que tengo aquí en el brazo derecho la señal de las herraduras de su caballo, cuando... Fué en la batalla de Austerlitz: él subía a todo escape la loma de Pratzen, después de haber mandado destruir a cañonazos el hielo de los pantanos donde perecieron ahogados más de cuatro mil rusos.

Igual desgracia afligió á la Guaira, Barquisimeto, San Felipe, Mérida y otras poblaciones, en las que, asi como en la primera, perecieron gran número de voluntarios al servicio de la Confederacion.

El primer auto de fe, de condenados á las llamas, se celebró, pues, en Sevilla el 6 de Enero de 1481 y el segundo el 26 de Marzo, en que perecieron en la hoguera diez y siete reos, yendo tan en aumento el celo de los inquisidores, que durante siete años fueron quemadas más de seiscientas personas y penitenciadas unas cinco mil.

Habian aportado estas naves al Brasil y Santa Catalina, buscando bastimento, desde donde envió el Adelantado las dos caravelas, ocho leguas del puerto, á buscar comida: pero les entró tan récia tempestad, que perecieron rotas en el mar, salvándose la gente.

Palabra del Dia

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