Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 16 de junio de 2025
Condesa no lo recibe esta tarde, se enojará mucho, y me será difícil convencerla de que no quiero dejar nunca más esta santa morada. Voy por él..., ¡qué niñas éstas! Dejónos solos la Madre Transverberación, y entonces hablé así: Inés mía, estoy vivo, he resucitado. Salí vivo de aquel montón de muertos, donde perdimos para siempre a nuestro buen amigo don Celestino.
«¡Oh, Antoñita! ¡qué ángel perdimos al perder a Magdalena! »La aguardé toda la noche y luego todo el día y toda la noche siguiente y no ha acudido. »Afortunadamente, pronto iré yo a reunirme con ella.» «Ostende, 20 septiembre. »Me encuentro en Ostende.
Ni el mismo Marcial sabía a dónde nos dirigíamos. La obscuridad era tan fuerte, que perdimos de vista las demás lanchas, y las luces del navío Pince se desvanecieron tras la niebla, como si un soplo las hubiera extinguido. Las olas eran tan gruesas, y el vendaval tan recio, que la débil embarcación avanzaba muy poco, y gracias a una hábil dirección no zozobró más de una vez.
Una tarde, después de una escena de éstas, fuimos al jardín; Fernández y la señorita se quedaron con el niño en un merendero; Gabriela y yo nos perdimos, a lo largo de una calle de fresnos, en busca de violetas. La niña lloraba y no levantaba los ojos. No llore usted, Gabriela.... ¿Que no llore? murmuró enjugándose los ojos. ¡Cómo no he de llorar! Quiero a Pepillo con toda mi alma.
Únicamente alguna vez nos recomendó, en tono de malhumor, que no volviéramos a coger el Cachalote. Al domingo siguiente se lo volvíamos a robar. Un día nos decidimos a pasar la barra, y desde entonces perdimos el miedo y entrábamos y salíamos del puerto con el Cachalote, aunque hubiera mucho oleaje.
El vals recomenzaba; entramos en el gran salón y nos perdimos en el mar de danzantes. Blanca había pasado de su interesante palidez a un encarnado suave, que revelaba la excitación involuntaria que provocan en la mujer la música y el baile. El último vals lo había bailado con un ímpetu y un ardor de veinte años.
Siendo muy jóvenes aún, perdimos a nuestros padres y quedamos bajo la tutela de nuestro tío, el duque de Arcos, del que no pretendo hacer el retrato, porque fue muy conocido. En su juventud, había sido virrey de Nápoles, y su dureza e inflexible rigor causaron la desgracia del pueblo, a quien trataba como esclavo, conduciéndole de este modo a la desesperación, a la rebeldía.
Palabra del Dia
Otros Mirando