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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Habían de luchar con la maraña de la vegetación, la inmensidad del pantano, la ponzoña de insectos y reptiles y la maldad de los hombres. Con el revólver al cinto presidían el trabajo de centenares de peones de todas razas y nacionalidades.
Y los pobres peones y picadores, que habitaban una casucha de huéspedes tenida por la viuda de un banderillero, apretaban su existencia con toda clase de economías, fumando poco y quedándose a la puerta de los cafés. Pensaban en sus familias con una avaricia de hombres que a cambio de su sangre sólo recibían un puñado de duros.
En cuanto al cuchillo, ninguno de sus peones lo cargó jamás, no obstante que la mayor parte de ellos eran asesinos perseguidos por la Justicia. Una vez él, por olvido, se ha puesto el puñal a la cintura, y el mayordomo se lo hace notar; Rosas se baja los calzones y manda que se le den 200 azotes, que es la pena impuesta en su estancia al que lleva cuchillo.
Harto ya de revirados y yoparás, que el pregusto de la huída tornaba más indigestos, deteníase aún por falta de revólver, y ciertamente, ante el winchester del capataz. ¡Pero si tuviera un 44!... La fortuna llególe esta vez en forma bastante desviada. La compañera de Cayé, que desprovista ya de su lujoso atavío lavaba la ropa a los peones, cambió un día de domicilio.
Al rato los labios callaron su pla... pla, y en la piel aparecieron grandes manchas violeta. A la una de la mañana murió. Esa tarde, tras el entierro, Nébel esperó que Lidia concluyera de vestirse, mientras los peones cargaban las valijas en el carruaje. Toma esto le dijo cuando se aproximó a él, tendiéndole un cheque de diez mil pesos.
Todo se egecutó como estaba prevenido, empezando la bulla de los peones mineros en aquel lugar, á la hora señalada.
Esta prolijidad y arreglo ha distinguido en su vida privada a don Juan Manuel Rosas, cuyas estancias eran citadas como el modelo de la disciplina de los peones y la mansedumbre del ganado.
Será cosa muy conveniente que el factor pueda conchabar, y conchabe, cuantos españoles se presenten, o puedan hallarse, para peones de las estancias, faenas de yerbales, beneficio de tabaco y para todas las ocupaciones que tenga a bien destinarlos, para que, mezclados con los indios en el trabajo, les enseñen y animen a trabajar; y así mismo convendría el conchabar algunos de estos españoles para capataces de las varias faenas que se emprendiesen, aunque estos últimos se deberían admitir con aprobación del gobierno, y no de otro modo.
¿Qué impulso incomprensible preguntábase entonces acababa de encaminarle a Toledo, adonde ella misma había de ser conducida por los peones del Santo Oficio?
Por doquiera cavaban los peones la tierra para destruir los huevos puestos por los insectos. Cada terrón era destripado, desmenuzándolo esmeradamente. Y al ver las mil raíces blancas, llenas de savia, que aparecían en esos destrozos de tierra fértil, el corazón se oprimía y el alma se angustiaba...
Palabra del Dia
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