Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 29 de julio de 2025
Loco de amor se casó don Carlos Ozores a los treinta y cinco años con una humilde modista italiana que vivía en medio de seducciones sin cuento, honrada y pobre. Esta fue la madre de Ana que, al nacer, se quedó sin ella. «¡Menos mal!» pensaban las hermanas de don Carlos allá en su caserón de Vetusta. Su matrimonio había originado al coronel un rompimiento con su familia.
La sociedad se recreaba con lo que se habían recreado sus padres y sus abuelos, y con lo que pensaban que se recrearían sus hijos. ¡Inocentes! Había allí un espíritu, sin embargo, que no merecía este calificativo.
Me admiró la tenacidad y la ceguera de los jugadores, que en días de alegría ó incertidumbre, cuando se disputaba sobre los campos de batalla el porvenir del mundo, sólo pensaban en sus combinaciones y «sistemas» favoritos, como si no existiese en la tierra nada más interesante.
Cuando lo tuvo ya suelto, lo volvió a poner como antes, quitó el banco de su posición oblicua, ocultó las astillas arrancadas del marco de la ventana en el jergón, y esperó la noche. El carcelero le llevó la cena, y Martín le preguntó con empeño si no habían dispuesto nada respecto a él, si pensaban tenerlo encerrado sin motivo alguno.
He dado en creer que su lectura será provechosa para la actual generación. Me ocurre preguntar: ¿Será interesante para ella este modesto libro que acaso peca de indiscreto? ¿No será acogido con menosprecio y risas burlonas? Yo quiero que los muchachos que ahora empiezan a vivir, sepan cómo sentían y pensaban los jóvenes de aquel tiempo.
A todo esto, Morsamor y los suyos notaban con extrañeza que no aparecía nadie y que el Cenobio estaba como desierto. Adivinó el fámulo lo que pensaban y aclaró el caso de este modo: No quiero que andéis maravillados y suspensos al ver esta mansión desierta. En ella no hay en este momento sino otros pocos fámulos como yo, retirados sin duda, cada uno en su celda. Los señores han salido todos.
Lo que le avergonzaba era el abandono en que la había dejado, la cobardía de su floja voluntad, el egoísmo de no entristecerse viéndola enferma... ¡La pobre había muerto sola, en aquella cuadra blanca, rodeada de humanas bestias que sólo pensaban en ellas con el egoísmo del dolor, sin una mirada de cariño, sin una mano que estrechase la suya! ¡Y este crimen era ya irremediable!... ¡Ay, si Feli pudiese resucitar, sólo por un día, por una hora!
Los religiosos, aturdidos por la argumentación atropellada del Nacional y las risas de los otros toreros, acababan por apelar a un recurso extremo. ¿Y hombres que exponían su existencia frecuentemente no pensaban en Dios y creían tales cosas? ¡Cómo estarían rezando a aquellas horas sus esposas y madres!...
Los agresores huían, se desbandaban, y arrepentidos de su hazaña al verse solos, pensaban aterrados, con el fácil cambio de impresiones de la infancia, en aquel pájaro que lo sabía todo y en lo que les guardaba don Joaquín para et día siguiente. Mientras tanto, los tres hermanos seguían su camino rascándose las descalabraduras de la lucha.
Ya no vivirían juntos como pensaban; otra vez volvería a luchar por una miserable plaza en cualquier ministerio, sin saber cuándo la lograría. Las lágrimas se agolparon a sus ojos y sollozó amargamente un buen rato. El ruido de unos pasos precipitados le obligó a levantar la cabeza.
Palabra del Dia
Otros Mirando