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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Y diciendo esto, envásole a cada uno a puerta cerrada la espada por los pechos, y luego los acogotamos. Porque no se oyese el ruido que hacían, todos a la par dábamos grandísimos gritos como que cantábamos y así expiraron en nuestras manos.
Y en último resultado hay que tomarlo todo con calma... con calma... con calma; porque lo que es de tomarlo á pechos no se saca nada... La fe es muy buena para salvar las almas, pero los cuerpos... nequaquam. En la política pienso yo que no basta ya aquello de ver y creer, sino que es necesario ver y tocar... ¿no es verdad, mi amigo, no es verdad?... ¡eh! ¡eh! ¡eh!...
1 ¡Oh quién te me diese como hermano que mamó los pechos de mi madre; de modo que te halle yo fuera, y te bese, y no me menosprecien! 4 Os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, que no despertéis, ni hagáis velar al amor, hasta que él quiera. 5 ¿Quién es ésta que sube del desierto, recostada sobre su amado?
Crúzanse aquí diversos amoríos entre los individuos de la familia del dueño de la casa y los campesinos; la bella Infanta, que se hace pasar por segadora, produce aún mayores complicaciones, excitando con sus encantos en todos los pechos el amor ó los celos.
Se ornaban los pechos de las señoras con estas chucherías brillantes; la solapa de todo smoking lucía como una condecoración la banderita nacional del portador. Cubríanse las cabezas con los gorros de papel de seda, crestas de aves, mitras asiáticas, sombreros de clown, que contrastaban grotescamente con el gesto ávido de los comilones.
Tuya será la norma del mañana, Como es hoy, por la gloria de tus hechos. ¡Te lo rujen unidos los cachorros Que se amamantaron con los chorros De las divinas fuentes de tus pechos!
D. Alonso de Aguilar se habia hecho tan dueño de Córdoba, que echó fuera al corregidor y ministros del rey, y usurpando la jurisdiccion antigua de alcalde mayor, prendia y desterraba, cargaba pechos á eclesiásticos y seculares, y no habia quien pudiese contenerle.
Una atmósfera nueva se esparcía por las entrañas del buque. Respiraban los pechos otro aire, provocador de inexplicables suspiros. Los que hasta entonces habían dormitado tranquilamente, arrullados por las ondulaciones del Océano, se revolverían en adelante inquietos durante las noches tranquilas y estrelladas, no pudiendo conciliar el sueño.
Felizmente aún no han puesto mordazas en todas nuestras bocas; aún no han atado todas nuestras manos; aún podemos alzar un brazo para señalarles; aún tenemos alientos en nuestros pechos para poder decir: "ese." Están entre nosotros, les conocemos.
Entonces volvían todos los ojos hacia el rincón obscuro, donde el pobre compañero estaba en el trance de la muerte, lejos de los suyos y sin ayuda, y, acongojados los pechos, oíanse grandes suspiros. Eso es todo cuanto inspiraba a aquellos trabajadores del mar, pacientes y dulces, el sentimiento de su propio infortunio. Nada de sublevaciones ni de huelgas. ¡Solamente un suspiro!
Palabra del Dia
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