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Actualizado: 9 de junio de 2025
Pero antes de eso, ya estaba casi siempre alterado. Cuando yo era muy niña ... No ... entonces salíamos los domingos á paseo, y me llevaba á Chamartín y comíamos en el campo con Pascuala. ¿Y ahora no sale usted nunca de aquí? Nunca dijo Clara, como si aquella soledad en que vivía fuera la cosa más natural del mundo.
La curiosidad, los celos, la necesidad de encontrar una solución á aquella serie precipitada de dudas, le impulsaban hacia la nueva casa. ¿Y la abjuración exigida? Casi no pensaba ya en tal cosa. Sin duda alguna podía asegurar que el militar, de quien le habló Pascuala, era el mismo que le acababa de poner en libertad. ¡Nuevo y doloroso misterio!
Dos golpecitos dados en la puerta las sorprendió a ambas. ¿Quién es? preguntó la señora. ¿Te estás vistiendo, Clementina? se oyó de fuera. Era la voz de su marido. La sorpresa de la dama no disminuyó por esto. Osorio subía rarísima vez a su cuarto estando ella sola. Sí; me estoy vistiendo. ¿Hay gente abajo? Los de siempre: Lola, Pascuala y Bonifacio.... Es que tengo que hablar contigo.
Los dos estaban muy tristes; se comunicaban mirándose su tristeza, y callaban. Tal vez pensaban en planes para lo futuro; quizás ella estaba inquieta por la situación difícil en que uno y otro se encontraban. Entonces entró Pascuala y dijo: ¡Qué miedo! Desde el anochecer están paseándose por delante de la puerta unos hombres. Esta tarde vinieron también. ¡Qué fachas!
¡Ole ole! dijeron dos ó tres de aquellos insignes personajes, mientras uno de ellos avanzó hacia la joven, y abrazándola estrechamente, la llevó al centro de la taberna. ¡Viva el buen trapío! Clara dió un grito de terror al encontrarse en los brazos de aquel desalmado, y gritó con todas sus fuerzas: ¡Pascuala! ¿Qué? ¿quién es? dijo una voz de mujer; ¿á ver qué es eso?
No tienen nada que temer: buenas mulas y buena compañía. En Torrejón están ustedes seguros ... Aquí ... no lo creo. Es preciso salir de esta casa y de Madrid inmediatamente. Pues vamos dijo Lázaro con resolución. No perdamos tiempo. Rápidamente se prepararon uno y otro. ¿No hay una puerta que dé á otra calle? preguntó Bozmediano á Pascuala.
Clara observaba al través de los cristales el paso de aquellos frescos colores que le atraían el alma, de aquellos suaves aromas que anhelaba aspirar desde el balcón. Un día se decidió á comprar unas flores, y mandó á Pascuala por ellas.
Decíale Pascuala mil cosas divertidas para distraerla, y á cada momento le contaba las estratagemas que tuvo que poner en juego para que su Pascual no se echara á la calle, teniendo que encerrarle en la casa y esconderle la escopeta en lo más profundo del sótano.
Palabra del Dia
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