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Caben holgadamente en ambos pisos quinientos ó seiscientos comensales, y no bajan de cuatro mil los que componen la parroquia ordinaria, produciendo un ingreso de 25 á 30.000 reales diarios. El amo de este restaurant increible, lo es tambien del de la calle de Montmartre, mencionado ya, y de otros cuatro establecidos en diferentes puntos de Paris.

Este es el prado del molino de abajo... el prado del molino de abajo, ya sabrás... ¿Cómo? ¿no sabes la historia de este prado? Pues ha corrido mucho por la villa... Pertenecía a los mansos de la parroquia, y había quedado trasconejado cuando la venta de todos ellos. Yo lo llevaba, y nadie en la parroquia se atrevía a denunciarlo.

Un ataque era una parálisis, no cabía duda, y era propio de la parálisis privar en parte a un individuo del uso de sus miembros, quedando a cargo de la parroquia, si no tenía hijos para ir en su ayuda.

Quedóse allí como coadjutor de la nueva parroquia, y a los pocos años ascendió a párroco. Le estimaba mucho don Alejandro, y le dio un abrazo apretadísimo. Tuteaba a las Escribanas, porque eran hijas suyas de confesión y pertenecían además a una de las congregaciones que dirigía él, y les dijo algunas cuchufletas en cuanto las vio allí muy emperejiladas.

Mientras estas discusiones tenían lugar en el grupo que se encontraba frente a la taberna del Arco Iris, una deliberación más importante tenía lugar en el interior bajo la presidencia del señor Crackenthorp, el pastor, asistido por el squire Cass y otras personalidades de la parroquia.

Puso el Cristo en su sitio, regocijándose mucho con la admiración que producía el bronce en los circunstantes, y después salió a dar órdenes a Estupiñá. «Vaya usted a la parroquia para que acompañe al Santísimo, y diga que traigan pronto las velas que se han de repartir aquí».

Estaba apartada la aldea como media legua. El camino era vario y pintoresco: callejas estrechas con altos setos de zarzal, trozos de bosque, vereditas entre maizales y senderos al través de los prados. A la entrada de una garganta, sobre una vega de maíz y teniendo detrás algunas praderas deliciosas, estaba asentado el principal caserío de la parroquia.

Esas habitaciones estaban situadas junto al camino, y sus fachadas se erguían con más majestad que el presbiterio, cuya cima emergía en medio de los árboles, del otro lado del cementerio. Raveloe era una parroquia que indicaba en seguida la categoría de sus principales habitantes.

Y en el silencio de la noche, volvió á reanudar su lúgubre cantinela, á la luz de la luna, camino del cementerio. Lo único que le indignaba era que le hablasen de la extensión de la parroquia y lo difícil de servirla un hombre solo. ¡No, carape!: él tenía fuerzas para servir á Dios hasta que reventase; sobre todo, tratándose de entierros.

Algunas personas decían que Marner debía haber tenido un «ataque», palabra que parecía explicar cosas de otro modo increíbles; pero el señor Macey, gran argumentador y chantre de la parroquia, sacudía la cabeza con incredulidad, y preguntaba si se había visto nunca a nadie perder sus facultades sin que rodara al suelo.