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19 La desnudez de la hermana de tu madre, o de la hermana de tu padre, no descubrirás; por cuanto descubrió su parienta, su iniquidad llevarán. 20 Y cualquiera que durmiere con la mujer del hermano de su padre, la desnudez del hermano de su padre descubrió; su pecado llevarán; morirán sin hijos.

no sabes añadió volviéndose a Amparo que la señora Porcona es parienta, muy parienta, del señor de las Guinderas, aquel tan rico que tiene dos hijas y vive en el Malecón y viene aquí a veces: y él se empeña en negarlo y en no darle un ochavo; pero ella se lo ha de ir a cantar a las hijas el día que vayan más majas por el paseo. ¿Verdá, señora Porcona?

Benigna de Casia... de Casia, , señor, de donde viene la broma de que es parienta de Santa Rita».

No se observaba en ella más que una gravedad y una disposición a menear la cabeza y a suspirar de un modo casi imperceptible, como una plañidera que no es parienta del difunto.

«Cesarina tiene dos años, y Susana nueve meses. Sin la ayuda de Dios, sería para bastante difícil la educación de estas cuatro niñas. «En mi casa tengo, además, una parienta, enferma de cuerpo y espíritu, a quien he de cuidar con la misma solicitud que a mis hijos: por manera que son seis criaturas las que tengo que atender. ¡Cuánto necesito, Dios mío, de vuestro auxilio!

El Gran Capitán comprendió y aplaudió el orgullo de su parienta; pero su mismo aplauso hizo brotar en su alma otro orgullo muy parecido. Gonzalo Fernández de Córdoba no supo contenerse, y dijo a doña Beatriz: Yo admiro la perspicacia de vidente y la fe profunda y la esperanza certera con que amaste y detuviste al inspirado piloto. Pero perdona mi vanidad.

Y partió rápidamente de la sala. María dijo la de Leiva a su parienta sosiégate; debes procurar dormir... No puedo sosegar repuso la dama . No puedo dormir... ¡Oh Dios mío! Si permites que el miserable quede sin castigo... Si vieras, mujer... siento una salvaje complacencia al recordar aquellas palabras «esta noche... a las once... en la Caleta».

Luego se instaló en París, por ser esta capital más de su gusto y poder encontrar en ella á numerosos compatriotas. La princesa Lubimoff trataba bien á esta parienta, pero su amistad sufría bruscas alteraciones, pasando por cariñosos entusiasmos y repentinos desvíos.