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Actualizado: 21 de junio de 2025
Y desta manera fue nombrando muchos caballeros del uno y del otro escuadrón, que él se imaginaba, y a todos les dio sus armas, colores, empresas y motes de improviso, llevado de la imaginación de su nunca vista locura; y, sin parar, prosiguió diciendo: -A este escuadrón frontero forman y hacen gentes de diversas naciones: aquí están los que bebían las dulces aguas del famoso Janto; los montuosos que pisan los masílicos campos; los que criban el finísimo y menudo oro en la felice Arabia; los que gozan las famosas y frescas riberas del claro Termodonte; los que sangran por muchas y diversas vías al dorado Pactolo; los númidas, dudosos en sus promesas; los persas, arcos y flechas famosos; los partos, los medos, que pelean huyendo; los árabes, de mudables casas; los citas, tan crueles como blancos; los etiopes, de horadados labios, y otras infinitas naciones, cuyos rostros conozco y veo, aunque de los nombres no me acuerdo.
Atónita y embobada estaba la de Rufete, paseando su alma con las miradas por el interior de la hermosa cajita, y si bien la cantidad no era fabulosa ni mucho menos, por ser todos los billetes pequeños, la pobre joven, que tanto se dejaba llevar de la hipérbole, creía ver pasar por entre los dedos de Joaquinito Pez toda la corriente del dorado Pactolo.
A los catorce años emigraba de Albany, su ciudad natal, para California, en busca de mejor fortuna. Era en la época de la fiebre del oro, y una verdadera corriente humana se precipitaba en los valles de este territorio en busca de Eldorado con su relativo Pactolo. Era por lo general la hez del mundo esta que iba a la conquista del Vellocino.
Así los minerales de oro y plata han sido arrancados de las entradas de la roca por los vapores de un Pactolo subterráneo. Fuertes por el enorme poder que les da el tiempo, los manantiales que disuelven las piedras y oxidan los metales, consiguen también alguna vez hacer temblar los montes.
No le formaron maquinas de encanto, Sino el ingenio del divino Apolo, Que puede, quiere, y llega, y sube á tanto. Formóle, ó nuevo caso! para solo Que yo llevase en él quantos poetas Hay desde el claro Tajo hasta Pactolo. De Malta el gran Maestre, á quien secretas Espias dan aviso que en oriente Se aperciben las barbaras saetas;
Tal vez el país al ser más rico, más populoso y próspero, sería también, á la larga, más instruído y feliz; no obstante, nos paseamos llenos de noble alegría por las vírgenes orillas de nuestro Pactolo, desconocido de la multitud, en el que hallamos la soledad y el silencio, como en los días que vimos brillar por vez primera las pepitas de oro.
Palabra del Dia
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