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Actualizado: 22 de julio de 2025
El librito cuyo titulo va en el epígrafe contiene en pocas páginas bastantes datos y mucha doctrina; mas, no sólo por esto, sino por las ideas que sugiere y por los comentarios de que puede ser objeto, ha llamado mi atención y me ha movido á llamar también sobre él, si puedo, la atención del público. El Sr.
No era una época de activas pesquisas y de grandes rumores públicos; y, en cuanto al acta de su casamiento, estaba muy lejos, escondida en páginas que nadie hojeaba; que nadie, excepto él, tenía interés en consultar. Dunsey, si reaparecía, sería capaz de traicionarlo; pero se podía comprar el silencio a Dunsey.
Ricardo, que había permanecido sentado contemplando el aspecto de los plantíos, dijo, sin volver la cabeza, a Melchor que continuaba de pie: Ché, Melchor, alcánzame La Nación, ¿quieres? ¿No quieres La Prensa? ¿Por qué? dijo Ricardo volviéndose. ¡Porque tiene más páginas! le contestó Melchor riendo y agregó: ¡Cuando estamos para llegar se te ocurre leer!... Es que no he visto los diarios hoy.
Y en páginas y más páginas no hablaba más que de él: refería, orgullosa, todas las pruebas de amor que le daba su marido, transcribía sus palabras enamoradas, se alegraba al ver que ya creía en su amor, al saber que su padre estaba seguro de su felicidad.
Con aquella expresión de duda volvía a quedar interrumpido el diario, como si la narradora hubiese querido, antes de continuarlo, hacer algún experimento. Pero en las páginas posteriores no había más orden en las confesiones. «La vida es más difícil de lo que yo creía.»
Se puso a escribir largo el hombre de La Edad de Oro, como quien escribe una carta de cariño para persona a quien quiere mucho, y sucedió que escribió más de lo que cabía en las treinta y dos páginas.
Todas esas escenas de comedia, en prosa y verso; todas las páginas amorosas de las novelas, en que salen a relucir las flores, los arroyuelos, las estrellas, la luna, los ángeles y los serafines, todo, absolutamente todo eso, es mentira, completamente mentira. El amor, el verdadero amor, no halla palabras, no encuentra léxico para expresarse.
Otro de sus motivos favoritos de conversación era explicar la causa de la tirria que tenía a los Borbones, citando continuamente como uno de los libros que más le entusiasmaban, un folleto publicado a raíz de la Revolución del 68, en cuyas páginas figuraba la estadística de las víctimas que aquella dinastía costó a España desde que Felipe V entró a reinar.
Fray Juan de Padilla falleció antes de mediar el siglo XVI; su nombre figura con elogio en las páginas de la historia crítica de nuestra literatura, y Sevilla, que lo tuvo por hijo, deberá siempre consideración y respeto al nombre de este poeta, de quien sólo he intentado trazar un ligero apunte.
Y de la enormísima cantidad de sal que Clarín ha derramado en las páginas de La Regenta da fe la tenacidad con que a ellas se agarran los lectores, sin cansancio en el largo camino desde el primero al último capítulo.
Palabra del Dia
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