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Actualizado: 30 de abril de 2025


Y riendo de nuevo como arrepentida de estas palabras dichas con gravedad y convicción, en las que resumía toda la historia de aquel amor, añadió con expresión burlona: Qué parrafito, ¿eh? ¡Qué efecto hubiese hecho al final de tu discurso! El carruaje entraba ya en la plaza de Oriente: iba a detenerse ante la casa de Leonora.

Capítulo XIII. Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros sucesos Mas, apenas comenzó a descubrirse el día por los balcones del oriente, cuando los cinco de los seis cabreros se levantaron y fueron a despertar a don Quijote, y a decille si estaba todavía con propósito de ir a ver el famoso entierro de Grisóstomo, y que ellos le harían compañía.

Para tratar, dirigir, ganar almas y someter voluntades, había sido maravilloso allá en los pueblos del extremo Oriente; pero como había salido de España muy mozo, y apenas había vivido en esta sociedad artificiosa y algo refinada de nuestro siglo, cuya cultura y usos convencionales se extienden hasta las aldeas, lo veía y estimaba todo con cierta sencillez selvática, interpretando las palabras y las acciones de diverso modo que el vulgo.

La noche estaba hermosísima, y Velarde siguió a pie por las extraviadas calles que llevaban al palacio de Villamelón, tropezando a cada paso con los humildes vecinos de las buhardillas y sotabancos, que tomaban el fresco sentados en las aceras. Presto llegó a la Plaza de Oriente, dio dos vueltas en torno del jardín circular y sentóse al cabo en un banco, frente al palacio.

Del lado del Norte, las lomas de San Antonio; los potreros del Escobillar; las casucas del Barrio-Alto, ocultas en la espesura de los jinicuiles y de los naranjales. Al Oriente, lo más pintoresco de la vega.

Los establecimientos literarios en Viena, como en toda Alemania, llaman poderosamente la atencion. Esta parte de la Europa, que la elegante Madame de Staël ha llamado la patria del pensamiento, y que es en verdad el oriente de donde nos viene la luz en materia de adelantos científicos, consagra un cariñoso cuidado á reunir libros y monumentos literarios.

Pocas horas después de enviar don Juan a Cristeta su romántica y desesperada carta de despedida, recibió de ella un papelito que traía estas palabras escritas con mano temblorosa: «Juan: Oy mismo a las once de la noche te espero en la plaza de oriente frente a la puerta de Palacio, y si no estás decidido a todo no bayas. Cristeta.» <tb>

Al norte se ven mas ó menos las montañas de Córdoba, contrafuertes de la Sierra-Morena Por último, tendiendo la vista al oriente, en la dirección de la alta Andalucía, se ven llanuras hermosas que se van levantando insensiblemente hasta perderse en las ondulaciones de colinas y cerros que giran por el centro de la hoya del Guadalquivir hacia Jaén. El horizonte es inmenso y admirablemente bello.

Así serás emperatriz de Oriente. Serás feliz y poderosa sin acudir a la magia; pero tendrás que hacerte cristiana.

Cuando estaba loco, adivinaba por inspiración; bien lo sabes, y recordarás que te anuncié todo lo que iba a pasar... La verdad venía entonces a envuelta en una especie de simbolismo, como las verdades reveladas a los pueblos de Oriente.

Palabra del Dia

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