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Actualizado: 30 de septiembre de 2025


Para exponer estos esfuerzos opuestos reanudaremos la historia del teatro español en el siglo XVIII, si bien no será ocioso contestar á dos observaciones históricas y de no escasa importancia, por ser conveniente, á nuestro juicio, para formarse una idea clara de lo que sigue.

Ocioso es decir que por más que el modesto Felipe procuraba mostrarse humilde como nunca ante su amigo Amaury, no conseguía ser tratado por éste de otro modo que con una altivez antipática y humillante, sin que hubiese una sola atenuante a semejante actitud por parte de Leoville para con su antiguo amigo.

Desde hace algunos siglos álguien, muy tonto y desocupado, se entretuvo en cavar la gruta sobre el borde del abismo. Un solitario mas tenaz, piadosamente ocioso, ensanchó la obra y la completó, hácia fines del siglo XVIII, trabajando con solo un compañero por espacio de veinte años.

Se enteró de lo ocurrido por un periódico de la tarde, a hora que era ocioso intentar nada; pero aquella noche, entre la angustia del insomnio y el dolor de la desesperación, decidió averiguar lo que pudiese, sin que la detuvieran miramiento alguno ni resto de vanidad ofendida. ¿Qué medio emplearía? Cualquiera: el más rápido sería el mejor.

Eso es: a cencerros tapados contestó doña Luz. Meditaciones El P. Enrique, según hemos apuntado anteriormente, no estaba ocioso: no limitaba la actividad de su vida a hablar en la tertulia de D. Acisclo. En la soledad de su cuarto se pasaba horas y horas leyendo y escribiendo.

Quiso, pues, el diablo, que nunca está ocioso en cosas tocantes a sus siervos, que yendo a vender no qué ropa y otras cosillas a una casa, conoció uno no qué hacienda suya. Trujo un alguacil y agarráronme la vieja, que se llamaba la madre Labruscas. Confesó luego todo el caso y dijo cómo vivíamos todos y que éramos caballeros de rapiña.

El que acapara un pedazo de tierra, excluyendo de él a los demás, el que lo entrega a las bestias humanas para que lo hagan producir mientras él permanece ocioso, ese es el que verdaderamente roba a sus semejantes.

Poco añadirían a su reputación mis encarecimientos, que, por otra parte, parecerían quizás interesados. Es ocioso encomiar lo que está a la vista. Ponerse a describir bellezas fácilmente apreciables por cuantos tienen ojos y gusto es más de cicerone que de crítico.

Pues por causas análogas, por razones idénticas se dan aquí los bailes campestres, como en ninguna otra parte; y en vano se afanarán ustedes por aclimatarlos en sus respectivos países, como fuera ocioso que nos empeñáramos nosotros en propagar en éste la palmera, el guayabo ... ó las academias.

Parece ocioso añadir que nadie creyó esto, ni aun el que lo afirmaba; pero, como a todos les tenía sin cuidado la baronesa, no se insistió sobre ese punto, y así, el marqués, después de prodigar sus alabanzas al esbozado retrato, que en efecto prometía ser una obra maestra, se despidió de los recién casados.

Palabra del Dia

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