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Actualizado: 14 de junio de 2025
Un buen cristalero tiene que ser diestro de manos. Para no hacer ruido en el cuarto cambiando muebles, Juan tomó un taburete y se sentó casi a los pies de la joven. Bebieron y comieron en silencio. Juan obedecía las menores órdenes de María Teresa, sintiendo una extraña voluptuosidad en resistir primero para verse despotizado y darse luego el placer de la obediencia. ¡Juan, este sandwich más!
Don Alonso, al cual acompañaba en su paseo diario, pues el buen inválido no movía el brazo derecho y con mucho trabajo la pierna correspondiente. No sé qué hallaron en mí para despertar su interés. Sin duda mis pocos años, mi orfandad y también la docilidad con que les obedecía, fueron parte a merecer una benevolencia a que he vivido siempre profundamente agradecido.
Roger mostró con aparente demostraciones que obedecia, pero con secreto disponia sus consejos para cualquier acontecimiento. Envió á Berenguer de Entenza parte de su gente que ya estaba declarado por rebelde y enemigo del Imperio; la otra envió á Cizico Metellin donde ya habia guarnicion de Catalanes.
No fue presuntuosidad de vanidoso la que se le entró al alma, ni vanagloria súbita de aventuras absurdas, sino una sorpresa grandísima. ¿De qué nacían aquellas muestras de agrado, comedidas, pero clarísimas? El instante de vacilación al subir al coche, y luego la mirada dulce y triste, ¿qué querían decir? Aquella expresión afectuosa impregnada de modestia, pero ostensible, ¿a qué obedecía?
La Tesorería real había librado con gran esfuerzo un millón de maravedíes, procedente de unos censos de Valencia, pero la cantidad era insuficiente. Colón llevaba una orden para que en el puerto de Palos le facilitasen embarcaciones, pero nadie le obedecía.
Cada comunicación de éste era un reproche dirigido a su Gobierno, una cantidad exorbitante exigida para el ejército, alguna demanda inusitada; luego la campaña no obedecía a la ciudad, y era preciso poner a Rosas la queja de este desacato de sus edictos.
El Guadalquivir te traía aun en alas de sus ligeros buques los frutos de la feraz Sevilla; las opulentas regiones del Tarteso te regalaban aun el oro de sus fecundas minas. Una nacion entera estaba humillada á tus plantas y obedecia al menor de tus caprichos. Oía tu grito de guerra, y se lanzaba como un leon á la pelea; ordenabas la paz, y volvia al cinto su formidable espada.
Un miedo anonadador le dominaba desde horas antes, y este miedo obedecía á sentimientos generosos, pues pensaba más en la suerte del Gentleman-Montaña que en la suya propia. La terrible noticia de todo lo ocurrido en la casa del Padre de los Maestros acababa de sorprenderle en el momento más grato de su existencia.
La mejor prueba del cambio que se había operado en él, era ésta: que ya no se complacía, como en otros tiempos, en la fatigosa e infecunda labor de examen íntimo, en la continua alternativa de la duda, sino que, dejando de mano toda discusión, casi obedecía a una voluntad extraña o imperiosa.
Se separaron, y el anciano cazador, muy pensativo y cabizbajo, anduvo un buen trecho preguntándose cuál habría sido la causa interna que le impidió abrir la cabeza al obeso posadero. Materne pensó que el hecho obedecía, sin duda, al miedo de comprometer a sus hijos.
Palabra del Dia
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