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Actualizado: 28 de junio de 2025
Obdulia no tenía ni asomos de arreglo; pronto se vio agobiada de deudas; cada lunes y cada martes enviaba recaditos a su madre con la portera, pidiéndole cuartos, que Doña Paca no podía darle.
Obdulia se turbó un poco; pero reponiéndose inmediatamente: Eso prueba su gran modestia, padre. Un santo como usted no debe temer nada en ninguna situación. Yo, sin ser santa, estoy perfectamente tranquila. Estas palabras gustaron al P. Gil.
Ninguno de nosotros tiene la presunción de competir con él en celo ni en sabiduría manifestó D. Joaquín, viniendo en socorro de su amigo, con una risita venenosa que haría saltar una piedra. En sabiduría puede que tenga usted razón, D. Joaquín replicó vivamente Obdulia; pero en celo, me parece que está usted en un error.
¡Qué guapo está! dijo desde lejos Obdulia, mientras los lugareños admiraban con la fe del carbonero otro cuadro que alababa don Saturnino. Dieron vuelta a toda la sacristía. Cerca de la puerta había algunos cuadros nuevos que eran copias no mal entendidas de pintores célebres. A la Infanzón debieron de agradarle más que las maravillas de Cenceño, sin duda porque se veían mejor.
Puede ser que haya cierto parecido... indicó Obdulia, ruborizándose hasta la raíz del cabello . Pero no seremos iguales; eso no. Como dos gotas de agua.
Y el marido no venía, por supuesto; ella, dos criados y los bebés como dice Obdulia. ¡Figúrate! Todo Vetusta, que estaba en la estación esta mañana por casualidad, se ha hecho cruces. Es mucho Álvaro. ¿Pero ella? ¿qué te parece de ella? A eso vamos; a lo escandalosas que son esas señoronas de Madrid.
No había más que notar cómo iba vestida a la catedral. «Estas señoras desacreditan la religión». Obdulia ostentaba una capota de terciopelo carmesí, debajo de la cual salían abundantes, como cascada de oro, rizos y más rizos de un rubio sucio, metálico, artificial. ¡Ocho días antes el Magistral había visto aquella cabeza a través de las celosías del confesonario completamente negra!
Recitó, fingiendo el pícaro que improvisaba, los capítulos 1.º, 2.º, 3.º y 4.º de una de sus Vetustas y ya iba a terminar con el epílogo que copiaremos a la letra, cuando Obdulia le interrumpió diciendo: ¡Dios mío! ¿Habrá aquí ratones? Yo creo sentir....
No quiso abrir el misterioso pliego hasta después de tomar la sopa. ¿Por qué no soñar? ¿Qué era aquello? O. F. decían dos letras enroscadas como culebras en el lema del sobre. De parte de doña Obdulia, había dicho el criado.
Ya nadie pensaba en esto. Allí estaba el lecho, pero no quedaba de la pobre niña ni una prenda, ni un recuerdo. Mesía y Paco entraron con las señoras ¿por qué no? Se conocían demasiado para fingir escrúpulos. Además, «no se les había de ver nada» como dijo Obdulia. Paco y la viuda se lavaron juntos las manos en una misma jofaina; los dedos se enroscaban en los dedos dentro del agua.
Palabra del Dia
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